La migración es natural, y en un mundo cada vez más próximo debido a la tecnología, las fronteras se convierten en límites trazados para mantener encerrados a los humanos como ganado, para que no se vayan en algunos casos y coman solo lo que los comerciantes del territorio les venden, o para impedir que vengan otros a inundar de bocas ajenas que hay que mantener, pero que la gente se salta las bardas es inevitable, no serán todos, pero sí los aventureros, los desesperados o quienes aceptan las nuevas oportunidades.
Un caso referencial es el de los pilotos de esos gigantescos camiones que vemos haciendo fila para pasar a ciertas horas por la ciudad, y que en las carreteras pasan como tanques entre cañaverales y cafetales, de un extremo al otro del país. Tales pilotos, los que pueden retroceder al puro cálculo una nave con dos furgones para ingresar por un portón estrecho son muy cotizados en los Estados Unidos. Ellos no tienen tantos conductores como requieren, así que vienen a buscar interesados, y pagan muy bien, quizá unas diez veces más que aquí. Así que migran porque tienen una habilidad que ofrecer, y son apreciados. Su partida afecta internamente, porque se llevan a los entrenados en nuestras carreteras, y generan escasez, pero así dan la oportunidad a más gente para entrenarse y partir. Los pilotos piden a sus familias que se aguanten un tiempo, que solo van a reunir dinero para comprar casa y vehículo, diez años en uno, y mandan remesas oficiosamente, y a veces vuelven.
Las enfermeras y enfermeros es otra actividad muy apreciada, se dice que aquí hay centros de enseñanza del idioma alemán para exportar personal calificado hacia los hospitales, o al servicio en casas, en cuidados a enfermos, a cuidar a los ancianos… Luego, ellos migran a lo seguro, y sus vidas cambian.
Las empresas transnacionales cuentan con colaboradores trabajando desde lugares remotos, donde sea que estén, lo que se multiplicó por la pandemia pero ya venía. La ventaja es que se puede trabajar desde cualquier parte del mundo. Pueden vivir en Guatemala para una empresa de otro continente, dependiendo de cómo está su preparación, conocimiento, idiomas y capacidad. Y así permanecen aquí o se van a donde el pasaporte no sea tan limitante, o se acostumbran a vivir como judíos errantes. Y a la inversa, a Guate llegan muchos que se quedan a vivir en Antigua, Atitlán, Flores, ocupados en las horas de trabajo y luego relajados en los lugares más atractivos de nuestra patria, en donde nosotros quizá poco aprovechamos.
Vivir aferrados a la idea de las nacionalidades se percibe cada vez menos lógica, porque el mundo se hizo pequeño, y la costumbre natural de la humanidad es vivir en movimiento, migrando como los recolectores de fruta. La tecnología ha facilitado la vida, pero las fronteras son el límite, la mancha el pasaporte restringido.
Algún día se romperán todas las fronteras y evolucionaremos a otra forma de organización social. No hay vuelta atrás.
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