El paradigma de Israel para la extrema derecha global

Marco Fonseca

junio 1, 2024 - Actualizado mayo 31, 2024
Marco Fonseca

En un artículo reciente para la revista Dissent, Suzanne Schneider argumenta que “para los conservadores de todo el mundo, el déficit democrático de Israel es una característica, no un error: un modelo constitucional alternativo que desafía el universalismo liberal.” El argumento de Schneider continúa del siguiente modo:

En medio de la matanza masiva y el hambre de los palestinos en Gaza, es fácil olvidar el drama político que azotó a Israel hace sólo un año. Después de asumir el poder en diciembre de 2022, un nuevo gobierno de extrema derecha encabezado por Benjamín Netanyahu propuso una serie de reformas judiciales y administrativas que provocaron una ola de protestas antigubernamentales. Periodistas preocupados, ex funcionarios de los gobiernos de Estados Unidos e Israel y las principales organizaciones judías estadounidenses emitieron siniestras advertencias sobre un retroceso democrático. Al parecer, Israel se dirigía hacia la antiliberal Hungría.

Este encuadre nunca fue del todo convincente. Si bien cientos de miles de israelíes marcharon para salvar la democracia, la mayoría se negó a abordar, o incluso reconocer, la ocupación. Un país que mantiene un sistema de ciudadanía desigual para los israelíes judíos y palestinos (y priva de sus derechos a aproximadamente el 35 por ciento de la población en el territorio que controla debido a su identidad étnica) no coincide con la definición convencional de democracia. Pero hay una idea alternativa de democracia en boga entre los partidarios de la derecha global, una idea construida en torno al derecho a discriminar y privilegiar las necesidades de la nación sobre las de los individuos en general y las de las minorías en particular. Es esta versión de democracia la que ha prevalecido durante mucho tiempo en Israel y la que los partidarios del Estado judío ofrecen ahora como modelo para los líderes antiliberales de todo el mundo.*

El argumento de Schneider tiene mucho de verdad. En el presente comentario queremos simplemente agregar algunos elementos relevantes que caracterizan al modelo constitucional israelí y por qué resulta muy atractivo para las derechas y extremas derechas criollas en la región latinoamericana incluyendo Guatemala.

El sistema político israelí está profundamente entrelazado con su identidad étnica y religiosa. Israel se define como el “Estado judío”, lo que implica una fuerte identificación nacionalista basada en la religión y la etnicidad. Esto es lo que ha llevado a organizaciones como la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA) ha desarrollar una definición de antisemitismo en la que identifica judaísmo con el Estado de Israel y, por tanto, toda crítica al Estado de Israel con antisemitismo. Claro, este modelo resuena con las derechas y extremas derechas, que a menudo promueven la idea de un Estado-nación homogéneo en términos étnicos y culturales y con la crítica a dichas formas etnonacionalistas de Estado como subversión o conspiración de las izquierdas liberales, radicales o incluso de un inexistente, pero fantasmático “comunismo internacional”. De ahí, por ejemplo, una anécdota que comparte Schneider y que vale la pena reproducir aquí:

Los funcionarios del Likud han apoyado materialmente la campaña de difamación de Hungría contra George Soros, a quien la derecha israelí ha desdeñado durante mucho tiempo debido a la financiación de la Open Society Foundation a las ONG de izquierda como Breaking the Silence, Adalah y New Israel Fund. Fueron en particular los estrategas políticos conservadores judíos-estadounidenses Arthur Finkelstein y George Birnbaum quienes sirvieron como arquitectos clave de la campaña anti-Soros en Hungría. Finkelstein se había hecho un nombre asesorando a candidatos presidenciales republicanos antes de ayudar a diseñar la primera victoria electoral de Netanyahu en 1996. Más tarde, Birnbaum se convirtió en jefe de gabinete de Netanyahu. En 2008, cuando Orbán decidió buscar la reelección, Netanyahu le presentó a Finkelstein, quien desarrolló la idea conspirativa de Soros como el titiritero enemigo. Cuando el embajador de Israel en Hungría criticó esa campaña en 2017 (una medida que parece haber tomado por sorpresa al Likud), se vio obligado a retractarse de su declaración.

¿Acaso no hay una campaña de desinformación igual con las ONG que, en países como Guatemala, reciben financiamiento de organizaciones y fundaciones globales que contribuyen al desarrollo de formas liberales de política y democracia? ¿Acaso no usan las mismas acusaciones y campañas de desinformación?

Israel también tiene una política de seguridad interior y exterior muy robusta debido a su situación geopolítica “entre el río y el mar”. Las políticas de defensa agresivas y el enfoque en la seguridad nacional por encima de los derechos humanos son elementos que las derechas encuentran admirables. La capacidad de Israel para mantener un estado de alerta constante y tomar medidas represivas drásticas e incluso extremas para protegerse es vista como un modelo de cómo un Estado debe asegurar la seguridad de sus ciudadanos. La fe del pueblo de Dios tiene poco que ver con esto. Es realismo político a ultranza que hace empalidecer al mismo Maquiavelo.

La Ley del Retorno de Israel permite que cualquier persona judía del mundo emigre a Israel y obtenga la ciudadanía. Pero es una política selectiva porque los/as migrantes de Etiopía no reciben el mismo trato que los/as migrantes de Estados Unidos. Esta política selectiva contrasta con los enfoques más tolerantes y liberales de muchos países occidentales que tienen políticas de inmigración relativamente abiertas o basadas en el multiculturalismo. Por supuesto, estas políticas migratorias que riman bien con las dinámicas de la globalización neoliberal son también las políticas que han alimentado las “guerras culturales” en el Norte Global y han servido de combustible ideológico para la ultraderecha que ve en las olas migratorias, como las que representan las “Caravanas Migrantes” de Centroamérica hacia Estados Unidos, una amenaza de los liberales contra la blanquitud y la pureza con que se fundaron los Estados Unidos. Para la extrema derecha, los/as migrantes son parte de una conspiración global que llaman “el gran reemplazo” y que ven como expresión de un complot globalista contra la esencia de la nación y la soberanía de la raza blanca. Las derechas y extremas derechas, que a menudo abogan por o abiertamente imponen políticas de inmigración restrictivas, ven en Israel un ejemplo casi divino de cómo gestionar la inmigración para preservar la pureza religiosa, cultural y nacional.

El sistema político israelí, como muchos sistemas políticos en Latinoamérica, ha sido seriamente criticado por su profundo déficit democrático, especialmente en lo que respecta a los derechos de las minorías árabes y palestinas, muy al contrario de lo que Israel dice de sí mismo, es decir, que es una democracia única y funcional en el Medio Oriente. Sin embargo, desde la perspectiva de las derechas globales, la centralización del poder y la limitación de derechos fundamentales de las mayorías sociales representa un acto de fortaleza y soberanía. Después de todo, como lo argumenta uno de los filósofos centrales del conservadurismo extremo, Carl Schmitt, “soberano es aquel que decide acerca de la excepción”. En lugar de percibir estas excepciones arbitrarias y espurias como fallos, las derechas globales las ven como una forma de mantener el orden y la cohesión nacional ante el asalto del globalismo. En este sentido, las mayorías sociales que le dan apoyo a las derechas extremas son ellas mismas colaboradoras en su propia subalternización y dominación por grupos de poder que mantienen intereses elitistas aunque se presenten como defensores del hombre o la mujer común.

El sistema judicial israelí, aunque independiente, ha estado en el centro de múltiples controversias y, recientemente, luchas ciudadanas en defensa de la justicia, por lo menos de la justicia para la gente israelita. Las derechas y extremas derechas critican frecuentemente la influencia de las cortes en las decisiones políticas, argumentando que los jueces no elegidos tienen demasiado poder y que los procesos judiciales han sido “armados” (“weaponized”) y cargados en contra de la ciudadanía misma. La percepción de que Israel está controlando el poder de la autoridad judicial y recargando el poder de la política legislativa, siempre y cuando dicha política esté en manos de una coalición de partidos de la extrema derecha política y religiosa, es vista como un modelo donde se minimiza la influencia liberal y globalista en la gobernanza.

La capacidad del Estado de Israel para mantener una cohesión social fuerte y una ideología etnonacionalista frente a múltiples desafíos internos y externos, similar a lo que hoy vemos también en la India de Modi, es otro factor que seduce la atención de las derechas globales. La narrativa de un pueblo unido por una causa común y dispuesto a hacer sacrificios en nombre de la seguridad y la identidad nacional es extremadamente potente y atractiva. Es el canto de la sirena fascista del siglo XXI.

El modelo político de Israel es, por tanto, atractivo para las derechas y extremas derechas globales debido a su enfoque en el etnonacionalismo político y religioso, políticas de seguridad nacional agresivas y excepcionalistas, políticas de inmigración selectivas, una democracia limitada y restringida que centraliza el poder en manos de un bloque de poder dominado por minorías religiosas y políticas extremas, una judicialización e incluso guerra jurídica controlada de la política disidente y crítica y una fuerte y constante campaña dedicada a la manufactura del consenso dominante en torno al interés y la identidad nacional.

Todos estos elementos, tomados en conjunto, representan una alternativa al universalismo liberal y globalista y ofrecen un modelo que prioriza la identidad y la seguridad nacionales sobre los principios liberales universales y sobre los derechos humanos.

* Ver Suzanne Schneider, “How Israel’s Illiberal Democracy Became a Model for the Right”, Dissent, primavera de 2024, https://www.dissentmagazine.org/article/how-israels-illiberal-democracy-became-a-model-for-the-right/ 

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