De manos atadas han llegado al poder la mayoría de presidentes de la era democrática guatemalteca. Más de treinta años de gobernantes “haciendo gobierno” mientras pagaban favores a sus patrocinadores, quienes, de esa forma encontraron un modelo de negocio altamente rentable. Así se han amasado las fortunas más robustas del país. Capitales tradicionales y emergentes han lubricado el sistema creando un modelo de corrupción en una relación simbiótica con políticos y aquellos que administran la cosa pública. Para ello, estos han invertido en las carreras políticas de quienes al gobernar, legislar y hacer justicia trabajan por los intereses puntuales de sus mecenas.
Mucho antes de que el narcotráfico se incrustara en la sociedad guatemalteca y se convirtiera en un engranaje protagónico de la política guatemalteca, este modelo ya estaba establecido. El narco simplemente se convirtió en el ente de mayor poder adquisitivo, extendiendo su influencia más allá de los tres poderes del Estado al incluir a las corporaciones municipales. En un sistema como el nuestro, en el que imperan la corrupción y la impunidad, quienes de este se benefician se cubren las espaldas o, por lo menos, tienen el cuidado de no exponerse o atacarse entre ellos. Bien reza el conocido refrán: “Entre gitanos no se echan las cartas”. Este es un sistema en el que la denuncia, usualmente, proviene de una escasísima oposición.
Una investigación de los periodistas Sonny Figueroa y Marvin del Cid reveló el uso de recursos públicos para satisfacer intereses personales por parte de la ministra de Ambiente y Recursos Naturales, Dra. María José Iturbide. Se dio a conocer que la ministra había asignado vehículos oficiales y elementos de seguridad a su hija, María Fernanda Iturbide, para sus actividades personales: una costumbre generalizada entre los servidores públicos. Para sorpresa de todos, este acto le costó el puesto a la ministra Iturbide, quien fue destituida por el presidente Bernardo Arévalo. Esta no es la primera investigación de los periodistas Figueroa y Del Cid, quienes constante y valientemente han denunciado los abusos, la corrupción y la impunidad de funcionarios públicos, incluidos el expresidente Alejandro Giammattei y su cortesano Miguel Martínez. –Todos conocemos el paradero de José Rubén Zamora, a quien le debemos el hecho de haber puesto en evidencia a muchos miembros de esta clase corrupta–.
Con esta destitución inédita, el presidente Arévalo abre la puerta a que el indispensable escrutinio ciudadano sea atendido por las autoridades, dejando atrás la histórica tolerancia al abuso de quienes con el dinero del pueblo hacen lo que les plazca. Solo espero que esta práctica continúe, y que poco a poco los guatemaltecos dejemos de reciclar a la clase política que facilita la total cooptación del Estado y hacen de la cosa pública un botín. No más contratistas del Estado cobrando favores políticos. Que ya no haya diputados legislando bajo los efectos del alcohol, como ocurrió cuando el diputado Javier Hernández, de la bancada FCN-Nación, se presentó al Hemiciclo del Congreso de la República –donde se aprobaba el presupuesto 2023–, en aparente estado de ebriedad. Cero tolerancias a las inmoralidades de los ministros, como sucedió con el exministro de Desarrollo Social, Raúl Moreno, quien posó con mujeres semidesnudas. Esperemos que con la destitución de la ministra Iturbide se llegue a un nuevo capítulo en Guatemala, uno en el que la probidad, la meritocracia, la capacidad, la moral, la honorabilidad y los principios sean requisitos indispensables para ejercer un cargo público.
En una historia bíblica, Jesús evita la lapidación de una mujer acusada de adulterio diciendo: “Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Esta es una forma de decir que nadie es perfecto y que todos tenemos nuestras faltas, por lo que no deberíamos juzgar a los demás con dureza. En el contexto de una sociedad acostumbrada a la anarquía y a la corrupción e impunidad generalizadas, esta es una condena bíblica que mantiene a flote el sistema y en especial a sus protagonistas. Con la destitución de la ahora exministra Iturbide, se rompe el círculo vicioso de tolerancia que no nos permite avanzar, dando el espacio que se merece el escrutinio del pueblo, en el que debiese de descansar el verdadero poder de una nación.
Estuardo Porras-Zadik es economista, empresario y cafetalero guatemalteco.
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