El señor del Norte está estrenando oficina, o mejor dicho, “re-estrenando oficina”, y no ha pensado ni dos veces en deportar a quien se le ponga enfrente solo porque no le gusta su apariencia. Él tampoco es muy apuesto que digamos… Pero bueno, cada quien. Tal vez sea mi espejo el erróneo y tenga que comprar uno como el de él para verme más atractivo. O quizás yo le tenga que prestar el mío.
Me pregunto si deportará a Melania. Eso lo veremos en unos meses. O tal vez saque una ley para beneficiarla a ella y a nadie más. Aquí lo harían, estoy completamente seguro. Yo también lo haría, pero, como le he dicho anteriormente, estimado lector, no soy tramposo ni magistrado ni diputado. Así que puede estar tranquilo.
Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump ha intensificado las políticas de deportación y no parece rendirse hasta expulsar al último indocumentado del país. Pues le deseo la mejor de las suertes. Al menos uno o dos se quedarán escondidos por ahí, como aquellos que salían de los alcantarillados de Nueva York y dirigían la ciudad desde las sombras. Qué miedo.
Y aunque sea por darle vela en este entierro: Petro y sus tuits melancólicos, que parecían mensajes enviados por algún borracho de cantina dándose sus tragos de whisky, en realidad no sirvieron para nada. Bueno, sirvieron durante 20 minutos para darnos risa, y después nos reímos aún más.
Ah, es cierto, no puede tomar porque le da gastritis.
Y usted, querido lector, ¿me aceptaría un trago de whisky aunque me considere una raza inferior?
Lo invito. ¿Qué voy a hacerle yo, si me gusta el whisky sin soda, el sexo sin boda y las penas con pan?
Parece que él ya traía los tragos encima. Ni me he molestado en leer el texto entero. Usted tampoco lo haga, por su bien.
Pero bueno, sigamos con lo nuestro. Que si nos ponemos a filosofar sobre la grandeza moral de presuntos líderes, no acabamos nunca. Y no es que me falte tiempo, es que me falta paciencia.
Aunque algunos dicen que su reelección fue un verdadero milagro y otros que fue una catástrofe, sinceramente solo fue la confirmación de que la memoria es corta y el miedo, largo. La gente no vota por promesas; vota por sus propios temores disfrazados de certezas. La FECI dice ser amiga del señor del Norte. Ignoro si los topa o los desconoce. Mejor me hubieran enviado a mí para representarlos en Washington.
Pero no nos engañemos: la indiferencia también es una forma de complicidad. Y yo, aunque me haga el cínico, sé bien que todo esto nos va a salpicar tarde o temprano. O tal vez nunca.
Ahora, permítame servirle ese whisky, querido lector. Si es que aún sigue aquí y no ha salido corriendo a comprar un espejo para verse aún más apuesto de lo que es.
Salú.
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