Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra comunidad se define, entre otras acepciones, como: “Conjunto de las personas de un pueblo, región o nación. Conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes. Circunstancia de tener algo en común con alguien. Sociedad religiosa.” Estas definiciones destacan tanto la relación geográfica o social entre individuos como el vínculo basado en intereses, costumbres o características compartidas que conforman una comunidad.
Estos días me he preguntado: ¿cómo interiorizamos los guatemaltecos la palabra comunidad? ¿Qué significa para nosotros? ¿Qué es lo primero que nos viene a la mente cuando hablamos de comunidad? Desde mi experiencia, he observado que los guatemaltecos, al hablar de comunidad, comúnmente no nos vemos como una sola, unida en un esfuerzo común para enfrentar los problemas y trabajar juntos hacia el cambio social.
Normalmente diferenciamos entre comunidad de vecinos y comunidades indígenas, cada una con sus propios propósitos y objetivos. En general, abordamos el concepto de comunidad desde una perspectiva que va mucho más allá de la simple convivencia; representa un espacio donde se crean y refuerzan valores, tradiciones y vínculos de solidaridad que permiten enfrentar los desafíos sociales y económicos. A través de sus diversas manifestaciones —desde las redes vecinales hasta las organizaciones indígenas—, la comunidad se convierte en un pilar de estabilidad y, en muchos casos, de cambio social. Esta interiorización de la comunidad es especialmente significativa en un país caracterizado por su diversidad cultural y su historia de luchas sociales.
Esta perspectiva suele aplicarse más al hablar de comunidades indígenas en un país con gran diversidad cultural, donde existen más de 24 grupos étnicos y lenguas indígenas. Cada comunidad cuenta con un sistema propio de organización y prácticas que fortalecen la identidad. Por otro lado, la comunidad de vecinos se asocia más con agrupaciones generalmente urbanas o semiurbanas, cuya organización surge de la cercanía geográfica y la necesidad de resolver problemas comunes. Estas comunidades no siempre comparten una identidad cultural común, sino que están unidas por intereses y desafíos diarios, como el acceso a servicios básicos y la seguridad.
Así, podemos observar una marcada diferencia en la concepción de ambos tipos de comunidad, lo cual genera una percepción de división entre la población. Es precisamente ahí donde nace mi reflexión. Unir a los guatemaltecos no es tarea fácil, especialmente después de nuestra larga historia de polarización, pero sí es necesario si realmente queremos el cambio social que tanto necesitamos, y el primer paso puede comenzar por sentirnos parte de una misma comunidad.
Para que la población se sienta parte de la comunidad, es esencial fomentar un sentido de pertenencia y crear espacios donde los miembros puedan involucrarse y colaborar en objetivos comunes. Esto puede comenzar promoviendo la participación en actividades. Propongo que estas actividades inicien en programas después de la escuela para niños y en programas de fin de semana para padres, donde se empiece a cultivar el gusto por ser parte de una comunidad, creando eventos locales y jornadas de voluntariado.
También es necesario crear canales de comunicación comunitarios. Con el uso actual de redes sociales, no resulta difícil crear la página de la calle, la colonia, el barrio, el cantón o la aldea. También se pueden utilizar tableros de anuncios para mantener a los miembros informados sobre eventos, decisiones y actividades comunitarias.
Cuando la organización ha alcanzado un buen nivel, las reuniones de vecinos y asambleas comunitarias son indispensables para compartir temas de interés común y escuchar las inquietudes de todos los participantes. Además, es esencial establecer redes de ayuda y fomentar prácticas de intercambio en las que los miembros puedan compartir habilidades o servicios, fortaleciendo así la cooperación y el sentido de reciprocidad.
En Guatemala, también nos hace mucha falta la habilitación de parques y plazas donde los habitantes puedan reunirse, hacer deporte y organizar actividades recreativas. Igualmente, se necesita contar con centros comunitarios donde se pueda participar en talleres, actividades artísticas, clases o cursos de desarrollo personal. Es fundamental organizar actividades recreativas y educativas para los más jóvenes, así como crear iniciativas intergeneracionales que respeten, reconozcan y celebren la diversidad cultural y étnica de la comunidad, organizando eventos que permitan a diferentes grupos compartir sus tradiciones y valores.
Aunque muchas de estas cosas ya se practican, es importante fortalecerlas. Los comités y consejos vecinales necesitan presupuestos participativos con la asignación de recursos comunitarios para proyectos de mejora y desarrollo, con políticas de transparencia y rendición de cuentas. Todo esto no se puede lograr sin fomentar la educación y la conciencia social mediante talleres de sensibilización y proyectos de historia local que recuperen, compartan y promuevan la historia y cultura de la comunidad, reforzando así el sentido de pertenencia y orgullo por el lugar de residencia.
A menudo, nos resulta difícil reconocer a aquellos miembros de la comunidad que demuestran un compromiso ejemplar o que contribuyen de manera significativa. Es importante compartir historias de residentes que han hecho una diferencia en la comunidad, lo cual inspirará a otros a contribuir y sentirse valorados.
En conclusión, la comunidad en Guatemala es mucho más que un simple grupo de personas que viven juntas; es un núcleo de identidad, solidaridad y resiliencia que mantiene vivos los valores, tradiciones y vínculos de cooperación en la sociedad guatemalteca. Sin embargo, la percepción de división entre comunidades indígenas y de vecinos subraya la necesidad urgente de construir una visión inclusiva de comunidad. Para lograrlo, debemos fomentar la participación activa, la creación de espacios compartidos y el fortalecimiento de redes de apoyo, permitiendo que cada persona encuentre su lugar y su voz en un proyecto colectivo de cambio social. Al promover esta visión integrada de comunidad, estaremos sentando las bases para un futuro en el que el sentido de pertenencia y la colaboración impulsen un desarrollo justo, inclusivo y sostenible para todos los guatemaltecos.
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