Aranceles de Trump: ¿Oportunidad o ilusión pasajera?

Hugo Maul R.

febrero 3, 2025 - Actualizado febrero 3, 2025
Hugo Maul R.

El anuncio de imposición de aranceles de Trump a México, Canadá y China ha despertado preocupación en los sectores productivos de esos países, pero también ha abierto la pregunta sobre cuánto Guatemala podría beneficiarse de este reacomodo comercial. En teoría, cualquier medida que encarezca las importaciones de un país competidor en EE.UU. representa una ventana de oportunidad para otros exportadores. Es lo que se conoce como “desviación de comercio”; la situación en la que un país, EE.UU. en este caso, cambia el país de origen de sus importaciones debido a la imposición de barreras comerciales, aranceles en este caso, en lugar de comerciar con el proveedor más eficiente a nivel global. En lo que a Guatemala respecto, la clave no es la mera existencia de la oportunidad, sino en la capacidad de Guatemala para aprovecharla. Y ahí está el problema. La primera gran oportunidad radica en los volúmenes de exportación de México

En 2023, México exportó a más de USD 44 mil millones en productos agroalimentarios, mientras que Guatemala apenas superó los USD 1.8 millardos. Es decir, las exportaciones agroalimentarias mexicanas hacia EE.UU. son casi 25 veces más grandes que las guatemaltecas.  Si los aranceles reducen la competitividad de los productos mexicanos en EE.UU., de manera que los productos guatemaltecos sean más baratos en ese mercado, Guatemala tendría una gran oportunidad de incrementar sus exportaciones. Sobre todo, dado que la oferta exportadora de este tipo de productos es muy similar entre Guatemala y México. En textiles y vestuario sucede algo parecido, la brecha también es considerable: el sector guatemalteco tiene acceso preferencial bajo CAFTA-DR, mientras que México enfrenta reglas más estrictas bajo el T-MEC y ahora, potencialmente, aranceles. Si EE.UU. busca proveedores alternativos, Guatemala podría beneficiarse. A diferencia de la agricultura, el sector textil tiene la capacidad de reaccionar con mayor rapidez y aprovechar esta inesperada oportunidad. La intensa competencia internacional a la que están sometidos, sumados a la vasta experiencia adquirida y a su capacidad de adaptación, hacen que este sector tenga rápidas velocidades de respuesta ante cambios como estos.

Incluso, tomando en consideración que Guatemala tendría que competir con muchos otros países que también podrían expandir sus exportaciones hasta EE.UU., bastaría con que Guatemala ganara una fracción pequeña del mercado de algunos de estos productos para que el impacto sea significativo sobre las exportaciones. Pero hay un punto crítico que no se puede ignorar: la competitividad no solo depende de aranceles, sino de la capacidad de insertarse en cadenas de valor eficientes. Lo que México ha logrado en materia exportadora no se debe únicamente al acceso preferencial a EE.UU., sino también a su infraestructura, su capacidad de producción a gran escala, sus costos competitivos y su integración logística, factores que le han permitido reducir fricciones en el comercio transfronterizo y consolidar su posición en el mercado estadounidense. Guatemala, por el contrario, tiene altos costos logísticos, desafíos de infraestructura y limitaciones de escala. En productos como textiles, no basta con tener acceso preferencial si las fábricas guatemaltecas no pueden garantizar tiempos de entrega rápidos y costos de producción bajos. En el sector agrícola, aunque Guatemala produce muchos bienes similares a los de México, enfrenta restricciones de eficiencia, financiamiento y coordinación logística para exportar en mayores volúmenes. La pregunta no es solo si EE.UU. buscará más productos guatemaltecos, sino si Guatemala puede responder con una oferta competitiva y sostenible.

Finalmente, está el tema de la duración de la medida. Si estos aranceles responden a una estrategia política de presión a México, es probable que sean temporales y se reviertan cuando haya concesiones en temas migratorios o de seguridad. En ese caso, cualquier oportunidad que Guatemala logre captar podría evaporarse en meses, dejando a productores con inversiones hechas en función de una ventaja arancelaria pasajera. Por otro lado, si la medida se mantiene por un periodo prolongado, entonces sí podría haber una redistribución más estructural del comercio. El problema es que Guatemala no puede basar su estrategia exportadora en incertidumbre política. Si la oportunidad está ahí, pero la duración es incierta, entonces la única forma de aprovecharla es fortaleciendo la competitividad estructural, no esperando favores del proteccionismo estadounidense.

En conclusión, el anuncio de aranceles puede representar una oportunidad para Guatemala, pero solo si el país tiene la capacidad de reaccionar rápidamente y convertir esta coyuntura en un crecimiento sostenible. No basta con que México enfrente barreras; Guatemala debe garantizar que su oferta exportable es competitiva en costos, calidad y logística. Además, debe ser realista sobre la temporalidad de la medida: si la ventana se cierra en meses, cualquier inversión basada en esta ventaja podría ser un error estratégico. Lo que está en juego no es solo ganar una parte del comercio que hoy tiene México, sino demostrar que Guatemala puede consolidarse como un proveedor confiable para EE.UU. en el largo plazo.

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