Las películas pueden ser un salón de clases muy entretenido. Un joven Down como yo se distrae todo el tiempo en el colegio. Hay demasiadas cosas qué ver, ruidos que llaman la atención y explicaciones de los profesores que no entiendo y como creo que mis compañeros si comprenden no pregunto. En el colegio no elijo lo que me interesa, ya viene el paquete servido.
Con las películas he aprendido desde niño a explorar. Entro a los grandes canales que ofrecen de todo y voy viendo una tras otra. La mayoría aguanto a verlas un minuto y hasta tres minutos, las quito y no las vuelvo a ver. Hasta que aparece la que capta mi atención y la veo una y otra vez. Si son series las agarro, como dicen mis hermanos, como maratón. Mis series favoritas las veo hasta cuatro veces en un año, durante varios años.
A diferencia del colegio, cuando no entiendo algo en el programa lo detengo, retrocedo y repito la escena una y otra vez hasta que la comprendí y si no, tengo a la mano una numerosa familia para preguntar. Hago lo mismo cuando una escena me divierte mucho. Me carcajeo una y otra vez. A veces la grabo en mi celular para verla en cualquier momento.
Así es como me gusta aprender. No es la única forma, pero digamos que es un inicio. De esa manera fueron mis primeros pasos con el karate. Durante años vi la serie El Karate Kid, y observando detenidamente fue como aprendí katas. Primero las ensayaba frente a la pantalla imitando los movimientos del maestro y su estudiante. Dicen que los chicos Down somos muy buenos imitadores y es cierto. No es por nada, pero los katas llegaron a salirme mejor que las de la tele. Después de la pantalla salía al jardín a repetir los movimientos por horas. Más adelante los ponía en práctica retando a mis hermanos a peleítas, pero esto lo abandoné porque con frecuencia perdía control de mi propia fuerza y ellos resultaban lastimados.
El Karate Kid te muestra la escuela del señor Miyagi que a mí me encanta porque se basa en el equilibrio y no en el uso de la fuerza bruta. Pero unos 40 años después la historia continúa como Cobra Kai con los mismos personajes, pero ya viejos, y no como películas sino como serie por temporadas en Netflix. Los papeles se invirtieron, el chico pobre y siempre lastimado, Daniel Larusso, es ahora un empresario de éxito y, al revés, Johnny Laurence, encarna el fracaso.
Pero lo interesante es que esta vez por los hijos y su responsabilidad como maestros -y sobre todo porque regresa el más malo de los malos- se ven obligados a colaborar entre sí y a combinar sus escuelas. He visto cada temporada, como digo, varias veces, con la diferencia ahora que he entrado a mi propia escuela de artes marciales a donde acudo disciplinadamente tres veces por semana. Esta semana cambiaré mi primera cinta, estoy muy orgulloso y quería contárselos.
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