Actitud rastrera

Juan Francisco Sandoval

junio 17, 2024 - Actualizado junio 17, 2024
Juan Francisco Sandoval

Hace dos semanas traté la decadencia del Ministerio Público (MP) después de 30 años de su fundación. En esos días, de nuevo, fui víctima de una calumnia del corrupto Rafael Curruchiche.

A través de un vídeo difundió mentiras que solo documentan su saña y bajeza: afirmó que en la oficina que ocupé halló disfraces, juguetes sexuales y que en la antigua FECI se jugaba “escondite” y “arrancacebollas” después de las 4pm. Sus declaraciones llevan el sello de maldad e inmundicia.

Publiqué un video en las redes sociales para aclarar que: 1) Jamás utilicé la oficina para las parafilias que quiere proyectar en mí; 2) Cuando fui ilegalmente destituido, la oficina se la entregué a la fiscal Carla Valenzuela y no a Curruchiche; 3) Cuando pidió mi primera orden de captura dijo que no encontró nada en mi despacho. Tres años después dice lo contrario.

Ante la exposición pública que tuve en Guatemala y aún tengo fuera de mi país, estoy acostumbrado a los ataques rastreros de los integrantes del “Pacto de Corruptos”. Lo que me queda claro es que la estrategia de esta red delincuencial, fracasó.

La guerra jurídica emprendida en mi contra y de otros colegas que salimos de Guatemala tiene un componente mediático: dañar la reputación, intentar influir en la opinión pública con publicidad negativa para avergonzarme.

A mi salida, quisieron sembrar una narrativa de abusos de autoridad, mal manejo de casos, incumplimientos, recepción de sobornos, lavado de activos, etc., todo con la velada intención de deslegitimar los casos y el trabajo.

A diferencia de Rafael Curruchiche, percibo cómo gran parte de la población guatemalteca da credibilidad a mi trabajo y trayectoria.

De la misma forma, cuando Estados Unidos me otorgó el asilo político, hay implícito un reconocimiento a mi labor y la persecución ilegítima de la que he sido víctima de las redes criminales a las cuales pertenece Rafael Curruchiche.

He sido afecto a muestras de solidaridad y reconocimientos en muchos países tanto del continente americano como del viejo mundo, algo que nunca podría presumir mi sucesor.

Ante sus fracasos, Curruchiche ha mostrado una actitud rastrera: se esfuerza por ensuciar mi nombre, expone mentiras que despiertan morbo y mi enojo, es obvio. Pero sobre todo retratan su nefasta calidad humana.

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