Este año fue tan desastroso que al momento en que escribo esta última columna, se me han esfumado todos los temas de conversación que algún día pude haber tenido con usted, querido lector. Desde el inicio del año, la política nacional ha estado marcada por una serie de eventos tan apócrifos que han sacudido la nación y han puesto a prueba nuestra resiliencia. Nos dejó risas, al menos, y también momentos de llanto. Esos son lo de menos. Aunque como bien dicen: “Que todo tiempo pasado es peor, no hay tiempo perdido peor, que el perdido en añorar”. Así que mejor resumamos todo lo ocurrido.
Uno de los recuerdos más tensos que nos dejó este año, ocurrió precisamente el 14 a las 12 de la noche, durante la investidura de Arévalo y la vicepresidenta que no pudo saludar a Residente. Vaya lástima. Me hubiera gustado tomarme un café con ellos dos e invitarlos a mi casa, y de paso invito a la fiscal general y a su secretario privado.
Lo que debía ser una ocasión para celebrar la democracia y la voluntad popular reflejada en las elecciones estuvo marcado por controversias e incertidumbre. Diversas acciones legales y judiciales que cuestionaron los resultados electorales generaron un clima de tensión y desconfianza generalizada. Hasta quemados habrían terminado.
Hasta el último instante, el país se encontró al borde de una crisis política, mientras el Ministerio Público llevaba a cabo “investigaciones” y “procedimientos” que ellos llaman “legales” en contra el partido oficial, que lo único “oficial” fue su fracaso, y los líderes electos.
Dejando de lado al torpe ejecutivo, el Congreso de la República se ha convertido en otro centro de turbulencia política. Recordemos el proceso de elección de magistrados. Lo sé, prometí nunca más hablar de eso, pero es que no había de qué más. El proceso de elección de magistrados para la Corte Suprema de Justicia y las Cortes de Apelaciones, fue fuertemente marcado por su complejidad y polémica. Las instituciones encargadas de garantizar un sistema de justicia correcto, son las que resultan tener serios obstáculos para lograrlo, debido a divisiones políticas e intereses particulares de los magistrados electos. ¿Entonces?
Asimismo, me parece imperativo resaltar que este año ha estado caracterizado por detenciones y agresiones dirigidas a periodistas, lo que ha despertado una profunda inquietud en torno a la libertad de prensa y la protección de quienes ejercen esta labor. Ahora resulta que la fiscal que denunció al periodista de La Hora, Diego España, metió por ahí algunas mentirillas para acelerar represalias en contra de España. Puchis. Bajo esa misma mecánica, ahora voy corriendo a poner una denuncia en contra del presidente, porque me robó mi primavera, y hasta el mes de abril. ¡Abran paso que ya vengo!
Hablando de lo mismo, hace poco se hace pública una orden de captura en contra del periodista Juan Luis Font, con quien nuevamente me solidarizo en esta cacería. ¿Quién más tiene que ser perseguido?, ¿yo? Ya lo dije, si no les gusta algo, solo ignórenme, cierren la pestaña y ya no me lean. Créanme, a mí tampoco me gusta leerme. Les apuesto que dentro de algunos años, me leeré y me reiré a carcajadas de lo que hacía de joven. Me gusta caerle bien a cualquier tipo de lector, sin importar su ideología política o en lo que él o ella crea. Así que solo disfrute y no me odie.
Estos incidentes han puesto en evidencia la urgente necesidad de defender los derechos fundamentales y así “asegurar” un ambiente seguro para el ejercicio periodístico. Les recuerdo, todo lo anterior no solo afecta directamente a los comunicadores, sino que también socava el derecho de la ciudadanía a recibir información y genera un entorno de temor y autocensura.
Para terminar y no dejarlo durmiendo, el 2024 ha representado un año lleno de retos significativos para Guatemala, con acontecimientos que han puesto en jaque la solidez de sus instituciones y la tenacidad de su población. Ya no sabemos qué más hacer. Pero de algo estoy seguro: el rol activo y vigilante de la ciudadanía será esencial para demandar transparencia, justicia y el respeto pleno a los derechos humanos y a todo lo que venga.
Espero que este 2025 no sea igual, y espero nos podamos seguir viendo. O espero me pueda seguir leyendo.
Así que, estimado lector, nos vemos el otro año.
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