Bienvenida una nueva publicación enfocada en la investigación y el análisis. La comunicación no sólo se trata de publicar noticias y mensajes, sino de facilitar un intercambio en varias vías de ideas, opiniones e información. Mientras más y mejores medios circulen, la población se verá más beneficiada. Agradezco la invitación a escribir en estas páginas como un desafío que me planteo asumir con responsabilidad. Auguro buen futuro para ePInvestigación.
El hábito de leer periódicos, aprendido de la gran lectora que fue mi madre, ha sido parte de mi cotidianeidad desde la niñez. Al igual que muchas personas de mi generación, crecí viendo las tiras cómicas, leyendo a grandes escritores/as en diarios como El Imparcial, La Hora, El Gráfico y Prensa Libre, escuchando radionovelas y noticieros. A pesar de la censura, teníamos opciones y algo se iba filtrando en aquel cerco de silencio, como las publicaciones clandestinas, los comunicados y panfletos que circulaban por otros canales y con suerte, programas en onda corta de radios extranjeras.
El siglo XX fue analizado, interpretado, dominado por los medios de comunicación que acrecentaron su poder hasta llegar en los noventa a la virtualidad que hoy ha tomado dimensiones incalculables. En Guatemala, con la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, indudablemente se abrieron nuevos espacios de libertad de expresión, de organización y movilización. Para quienes vivimos esos momentos, fueron tiempos de salir del armario, abrir brechas, aprovechar espacios; de escuchar, discutir, ver e interactuar de formas y sobre asuntos que antes habían sido considerados subversivos.
La juventud de hoy quizá da por sentados estos derechos que a nosotros nos fueron conculcados violentamente. En todo caso, tiene a su alcance muchísima información donde escoger criterios para asumir su identidad. Igualmente, por desgracia, tiene en su contra megatoneladas de basura que, si no descarta, puede ahogarla. Confío en que quienes hoy tienen entre 20 y 30 años valoren lo que han recibido y hagan elecciones conscientes que les permitan enfrentar los desafíos de su tiempo.
Da gusto leer a nuevas escritoras que empiezan sus carreras, ver a las chavas cubriendo sucesos, a las fotógrafas y cineastas documentando y a comentaristas y opinionistas que abundan en todas las plataformas. Y aunque la comunicación y la política hoy tengan rostro de mujer, no siempre son mujeres libres y autónomas las protagonistas. Este es un punto clave para entender la paridad: no se trata de igualar en número ni en estilo a los hombres, sino de garantizar que las demandas de las mujeres sean efectivamente atendidas, que las decisiones se tomen de manera que nadie se quede atrás. No obstante, la presencia abrumadora de mujeres profesionales de la comunicación, en los medios corporativos siguen predominando las jerarquías donde el director o los jefes son hombres (o señoras patriarcales), y por lo mismo, impera una cultura machista que invisibiliza y menosprecia los aportes de las mujeres. El famoso techo de cristal del que hablan las feministas: una barrera estructural que impide a las mujeres superar obstáculos y opresiones.
Para que la democracia sea integral como deseamos -con justicia y libertad-, es necesario llevar a cabo transformaciones profundas, sin las cuales seguiremos chapaleando en el pantano de las desigualdades. Aunque las luchas por fortalecer y ampliar la democracia llevan siglos, todavía las brechas son abismales, si bien no por ello insalvables. Muchos logros y avances obtenidos en este sentido, provienen de las mujeres y las feministas que han señalado críticamente las trampas del sistema y trazado rutas para una convivencia más armónica. El cuidado de las redes de la vida ha sido el campo donde las mujeres han contribuido de manera más contundente. Aún en las guerras y catástrofes, son las mujeres las que le dan continuidad a la vida, proveyendo protección y amor, acompañando a las personas indefensas y preservando los ecosistemas.
Impulsar una cultura de bienestar y dignidad es uno de los objetivos que compartimos entre feministas de distintas tendencias y ubicaciones. Entendemos la dignidad como el conjunto de condiciones que permiten que todas las personas crezcan y desarrollen sus potencias para contribuir al bien común. Y el bienestar lo interpretamos como el estado en que las personas conviven en un entorno natural respetado, con sus necesidades básicas satisfechas, en seguridad y plenitud.
La política de despojo que ha caracterizado la historia de este país ha provocado que la mayoría de la población padezca de carencias en todos los ámbitos de la vida. Uno de ellos, la imaginación, ese don que nos permite soñar con el mundo posible que nos ha sido negado, y la memoria que revela nuestros vínculos con el pasado y las ancestras y que nos permite preservar nuestros idiomas, filosofías, saberes. Alimentar las posibilidades colectivas de cuestionar, de desear, de ser, es tarea que no podemos dejar de lado si queremos salir adelante.
He allí la importancia de contribuir desde la comunicación a construir y divulgar una cultura emancipatoria que nos libere de prejuicios, ignorancia, temores. Una cultura al alcance de todas las personas que nos acerque como comunidades, que nos conduzca a producir conocimientos, que nos estimule para pensar y producir obras que nos enriquezcan como seres vivientes, habitantes de un planeta amenazado por la voracidad.
Repito ütz ipetik/bienvenida a esta iniciativa que viene a sumarse a una larga tradición histórica, y a muchos medios que día a día usan la palabra para contribuir a que nuestro país sea uno donde podamos vivir en paz, con dignidad. Celebro que siga viva la rebeldía contra la corrupción.
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