Trump Victorioso: Media, Populismo y Verdad

El trumpismo fue efectivo porque apeló a metáforas sociales cuestionables pero que, compartidas eficazmente a través de nuevas tecnologías, resonaron con votantes victimizados, abiertos a caprichos ideológicos sin importar su nivel de veracidad.

José Gálvez

diciembre 1, 2024 - Actualizado noviembre 30, 2024

Ilustraciones: Amílcar Rodas

¿Cómo alguien como Trump fue tan exitoso en la política moderna? Slavoj Zizek, filósofo esloveno, argumenta que el fracaso de los demócratas en las últimas elecciones estadounidenses se debe a que estos desatendieron los problemas de las clases media y baja en Estados Unidos. Las advertencias de Bernie Sanders sobre el declive de los trabajadores fueron relegadas a un pie de página en la presidencia de Biden. Enfocados en problemas de identidad, en particular de género y raza, los demócratas fracasaron en reconocer los problemas de una población blanca con una representación cultural en decadencia y condiciones económicas que empeoraban. Para la mayoría de los votantes americanos, no poder pagar las cuentas del mes o perder su posición socioeconómica era más importante que una mujer fuera la primera presidente de ese país. Ni lentos ni perezosos, y aprovechando el incremento de la migración ilegal, la demografía del electorado y la pobreza del sector rural, los republicanos redefinieron los problemas del país. Burlados quedaron los demócratas y sus comediantes liberales quienes por años satirizaron las vulgaridades de Trump. Como me dijo un amigo: a un enemigo se le elimina, pero no se le humilla. ¡Vaya si Trump se vengó! Utilizó el mismo sistema electoral que los demócratas tanto valoran para recuperar el poder con una estrategia populista.

El trumpismo, que se disfraza de protector de la identidad nacional pero cuyo fin es velar y proteger los intereses de los dueños del capital, propuso que la globalización es la causa fundamental del declive de la clase trabajadora estadounidense en las últimas décadas. A pesar de ser cuestionable, hoy, el trumpismo está revalidando esta posición y como es de esperar luchará por un capitalismo corrupto y salvaje si bien nos va. Pero, en el caso pesimista, existe la posibilidad de que Trump destruya la democracia americana y la sustituya por un autoritarismo populista. Como lo indica Heather Cox Richardson, historiadora de Boston College, hoy este riesgo es latente al no existir límites judiciales o legislativos que prevengan que el trumpismo acapare con todo. Por otro lado, como lo confirman los números de la Reserva Federal, a ningún votante de Trump le importó que la macroeconomía de mediano plazo mejorara bajo el régimen demócrata. Ni un PIB per cápita creciente, ni una inflación cada día más controlada y ni una tasa de desempleo a la baja logró que la ideología de Trump dejara de persuadir a muchos grupos demográficos sobre su propuesta de largo plazo. Menos importaron los escándalos, los dramas legales o el charlatanismo. El trumpismo fue efectivo porque apeló a metáforas sociales cuestionables pero que, compartidas eficazmente a través de nuevas tecnologías, resonaron con votantes victimizados, abiertos a caprichos ideológicos sin importar su nivel de veracidad.

Las reflexiones del sociólogo americano Neil Postman, en “Entreteniéndonos hasta la muerte”, nos ayudan a comprender la manera en que Trump y los republicanos usaron el poder de los medios de comunicación para ganar las elecciones de noviembre. En su libro, Postman hace una reflexión sobre la manera en que la televisión, como tecnología política, fue usada a través del siglo XX para transformar  la religión,  la educación y  la política, impactando de manera contundente en la epistemología social, es decir, la conceptualización de la verdad en la cultura occidental. Postman argumenta que la televisión logró esto a través de convertir, encapsular y limitar diálogos serios, reduciéndoles a formas de entretenimiento. El internet y las redes sociales amplifican y distorsionan estos procesos, exponiendo a todos a ideas radicales, muchas veces descontextualizadas, sin mayor cuestionamiento, verificación u oposición. Trump y su indiferencia por la verdad son en parte un producto de la potente influencia de estas tecnologías de la comunicación sobre la manera en que las personas piensan. No es coincidencia que el nuevo ministro de eficiencia sea Musk, que la ministra de educación provenga del mundo de la lucha libre o que otros en el gabinete provengan del aparato de desinformación que de forma documentada es Fox News. El negocio del entretenimiento y la media social han convertido a la política en un circo en donde el payaso más popular gana. Solo queda esperar que el renovado sentido de nacionalismo, el uso de chivos expiatorios y las mentiras de los nuevos líderes electos actúen en favor de los intereses de la ciudadanía estadounidense: ¡vaya sorpresas las que nos esperan!

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