Ruth Chen Osorio nació el 7 de junio de 1965 en Río Negro, Baja Verapaz. Desde muy pequeña, fue inquieta y curiosa. La forma en que su madre lidiaba con su inquietud era mandándola a leer cosas para después preguntarle qué había aprendido. Poco a poco, ese hábito de leer se convirtió en una sed por comprender su entorno. Frecuentemente, viajaba a la biblioteca pública de Rabinal para reabastecerse de textos.
Con el paso del tiempo, su interés por cuestiones de filosofía y justicia la llevaron a seguir la carrera de Ciencias Jurídicas. Estudió en la Universidad del Norte, fundada a principios de los 60s como parte de un ambicioso proyecto de expansión de la cobertura educativa, financiado por el Banco Mundial. A pesar de ser de reciente creación, la Universidad del Norte se había convertido en un nodo de desarrollo intelectual y estudio de las culturas Achí, Pocomam y Q’eqchí.
Fue en ese espacio intelectual en el que Ruth se interesó por la interacción entre el derecho consuetudinario de los pueblos indígenas y la Constitución Nacional. “Unos les llaman contradicciones, yo le llamo diálogo”, decía. A pesar de que la Universidad del Norte era un importante centro de investigación en Centroamérica, Ruth decidió que quería continuar su exploración de estas grandes preguntas en otras latitudes. Fue la primera persona Achí en obtener una maestría de la Universidad de Yale, en EEUU. Su tesis explorando la filosofía de los sistemas legales mayas fue publicada por la prestigiosa Cambridge University Press. Hoy es una lectura obligatoria para las personas estudiosas del constitucionalismo latinoamericano.
A su regreso de EEUU, Ruth se preparó por un año para someterse a uno de los procedimientos de selección más difíciles de Latinoamérica: ingresar a la escuela de estudios judiciales de Guatemala. Al aprobar el proceso de oposición, su primer nombramiento fue como jueza de paz de Rabinal. Desde los primeros años de su carrera, fue reconocida por su templanza, sabiduría y empatía al momento de tomar decisiones.
Ruth avanzó en su carrera. Primero, como jueza de primera instancia, después como magistrada de las Salas de la Corte de Apelaciones. Al ser elocuente en tres idiomas además del español (achí, q’eqchí e inglés), no solo era capaz de impartir justicia en el idioma de las personas que se acercaban a su juzgado, sino también, en sus tiempos libres, se dedicaba a escribir y publicar en prestigiosas revistas jurídicas sobre los casos más interesantes que llegaban a su despacho.
Su carrera también le llevó a momentos difíciles. A finales de los 90s, su judicatura empezaba a recibir más frecuentemente casos de personas involucradas con el narcotráfico, o funcionarios corruptos que colaboraban con aquellos. Este tipo de casos era de los que sus colegas rehuían. Ella no. Eso le costó un atentado con granada en su casa poco antes de dictar sentencia en un caso importante. Aún cuando debía resolver en contra de los intereses de funcionarios poderosos y populares, su temperamento era lo que la caracterizó y le valió el respeto del país.
La magistrada Chen Osorio decidió culminar su carrera judicial presentándose para el proceso de selección para ser magistrada de la Corte de Constitucionalidad. Después de un proceso que llamó la atención nacional ─por la calidad de todas las personas postulantes y lo reñido de la decisión─, la magistrada Ruth Chen Osorio fue escogida para ser nominada por el Poder Ejecutivo.
“Una verdadera patriota, testamento del espíritu y de las aspiraciones de este país” fue la descripción que utilizó la presidenta del Congreso en su discurso para la toma de posesión de la magistrada Chen Osorio. “Sabemos que su trayectoria es la garantía de su independencia e imparcialidad. Con esa convicción, depositamos la confianza de la altísima responsabilidad para decidir en nombre de la conciencia de la ciudadanía” sentenció al final de su discurso.
Ruth Chen Osorio, por el momento, es un personaje ficticio. Algunos elementos de su historia están inspirados en hechos y en personas que forman parte de nuestra historia contemporánea; algunos otros, representan aspiraciones. El anhelo de un sistema de educación superior digno y de calidad, de una carrera judicial fuerte, de procesos de selección transparentes y basados en meritocracia; sobre todo, de instituciones capaces de producir los resultados para los que fueron creadas.
Hoy nuestro país es muy distinto de lo que pudo haber sido. Eso no quiere decir que no nos merezcamos un sistema de justicia capaz de proteger nuestros derechos y libertades fundamentales.
Las Cortes que queremos deben estar conformadas por las mejores juristas del país, personas cuya producción jurídica y trayectoria sean motivo de estudio, discusión y de admiración. Las Cortes que queremos ─y que necesitamos─ deben están conformadas por personas cuyo único interés sea el de hacer justicia.
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