Ilustración: eP Investiga
La crónica teje caminos hacia la práctica estética, invitándonos a sumergirnos en un mundo de significados sutiles y sensaciones, como lo proponía y aplicaba el llamado «Príncipe de los Cronistas», Enrique Gómez Carrillo. Yanna Hadatty Mora, de la Universidad Autónoma de México, UNAM, afirma que para 1900 Enrique Gómez Carrillo (1873-1927) representa el modelo de la crónica moderna en lengua española.
La obra de Carrillo ocupa un lugar central en la revolución de la prosa modernista, transformando la crónica en una expresión literaria. Maestro de la escritura elegante y descriptiva, Gómez Carrillo levantó la crónica a un nivel inédito, convirtiéndola en un arte que combinaba la observación aguda con la sensibilidad estética. El escritor guatemalteco capturó la esencia de lugares y culturas con una riqueza estilística que marcó un parteaguas en la literatura de su tiempo. Beatriz Colombi de la Universidad de Buenos Aires afirma: “Carrillo lejos de reducir, codificar, clasificar, delimitar su objeto, lo expande y traduce en un nuevo canon lingüístico que construye la crónica de viaje.”
Le seguiría la crónica vanguardista con autores como Arqueles Vela, Roberto Arlt y César Vallejo. La crónica asume una mirada más crítica, enraizada en los cambios sociales y tecnológicos del siglo XX. Las ciudades ya no son espacios de contemplación idealizada, sino terrenos caóticos donde el ritmo frenético de la modernidad impacta tanto a los espacios como a las personas.
Arqueles Vela (1899-1977), llamado a veces «el mexicano de Guatemala» por haber nacido en este último país pero desarrollado la mayor parte de su obra en México, con su estilo ágil y experimental, introduce un tono lúdico e irónico en la descripción de la vida urbana, explorando los contrastes y las paradojas de una sociedad en transformación. Su influencia se extendió más allá de México. El profesor español Jorge Mojarro Romero afirma que Vela “inaugura una nueva poética del narrar en Latinoamérica y quizá en la lengua española.”
Las crónicas de Roberto Arlt (1900-1942) escritas y publicadas en el Buenos Aires de finales de los años treinta, ocupan un lugar destacado en la historia literaria y periodística de América Latina. Arlt encuentra poesía en lo grotesco, belleza en lo marginal, y humor en lo absurdo. El paisaje en las nubes es una obra que recoge más de 200 crónicas periodísticas que Roberto Arlt escribió para el diario El Mundo entre 1937 y 1942, periodo marcado por profundos cambios sociales, políticos y culturales en Argentina y el mundo.
César Vallejo, uno de los poetas fundamentales de la lengua española, dejó también huella como cronista. Desde su exilio en Europa, Vallejo escribió crónicas para diversos medios, abordando temas que iban desde la política y la guerra hasta la cultura y las artes, siempre con una sensibilidad aguda y un estilo innovador que rompía con las convenciones del periodismo tradicional.
A partir de 1950, la figura del cronista en Iberoamérica comenzó a experimentar una disminución, influida por diversos factores que transformaron el panorama periodístico de la región. Una de las razones fue el énfasis en el reportaje como forma de narrativa periodística. Este enfoque, más orientado a la investigación en profundidad desplazó a la crónica que había sido un género más libre, subjetivo y ligado a la vivencia cotidiana.
Además, los cambios en los medios de comunicación, como la consolidación de las grandes empresas mediáticas y la aparición de la televisión, modificaron las dinámicas del consumo de información, dejando menos espacio para el estilo reflexivo y literario de los cronistas.
Pero en los sesentas volvería la crónica para develar la realidad social de América Latina. Eduardo Galeano (1940-2015) es de las voces más influyentes de la literatura y el periodismo contemporáneo de América Latina. Galeano destacó por su capacidad de entrelazar hechos históricos, análisis político y una prosa poética. Supo capturar la esencia de las luchas y esperanzas de los pueblos latinoamericanos, dejando un legado que trasciende el ámbito periodístico para convertirse en una referencia ética y literaria.
El polaco Ryszard Kapuściński (1932-2007) es un maestro de la crónica literaria. Su obra abarca muchas páginas sobre América Latina y vino a influir a periodistas latinoamericanos. Sus textos reflejan una mirada aguda hacia la violencia, el autoritarismo y las consecuencias de las dictaduras. Kapuściński trasciende la mera narración de hechos, combinando un estilo literario con una aguda observación de los procesos históricos, políticos y culturales. No solo informaba; construía relatos que desentrañaban las complejidades del poder, el conflicto y la humanidad. Algunos ejemplos destacados de su obra incluyen El Cristo con un fusil al hombro sobre los movimientos guerrilleros y las tensiones sociales en América Latina durante las décadas de 1960 y 1970. Su texto «¿Por qué mataron a Karl von Spretti?» se ha convertido en un clásico de la nueva crónica.
Francisco Goldman, periodista y escritor guatemalteco-estadounidense, es una de las figuras destacadas del periodismo contemporáneo en Estados Unidos, reconocido por su capacidad para combinar el rigor con una sensibilidad literaria profunda. Goldman en medios de significativa difusión internacional como The New Yorker y The New York Times Magazine, despliega una voz que, al igual que Kapuściński, busca ir más allá de los hechos para iluminar las realidades humanas detrás de las historias. Su trabajo como cronista lo sitúa como un puente entre las tradiciones periodísticas de América Latina y Estados Unidos.
En las últimas décadas, la crónica ha resurgido con inusitada fuerza en Iberoamérica. En México, figuras como Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska revitalizaron el género con un estilo que combina análisis social, humor y compromiso político, mientras que en Argentina, Martín Caparrós ha llevado la crónica a nuevas alturas con textos que exploran temas universales desde una perspectiva personal e incisiva.
La actual crónica tiene vínculos con el “Nuevo Periodismo” estadounidense que surgió en la década de 1960 y alcanzó su apogeo en los años 70. Se caracterizó por integrar técnicas narrativas propias de la literatura en la escritura periodística. En lugar de limitarse a los hechos y datos fríos, el “Nuevo Periodismo” exploraba los matices, las emociones y las subjetividades detrás de las historias en medios como la revista Esquire, The New Yorker, Rolling Stone y Harper’s Magazine. Y firmas como Truman Capote, considerado uno de los pioneros con su libro A sangre fría (1966). Joan Didion y su capacidad para capturar las tensiones culturales y emocionales de su tiempo con una voz profundamente personal y reflexiva. Hunter S. Thompson revolucionó el periodismo combinando humor mordaz y una crítica social incisiva. Tom Wolfe editor de The New Journalism, antología que define y celebra este movimiento. Y el escritor judío guatemalteco Víctor Perera que fue interlocutor influyente entre el ámbito periodístico norteamericano y la realidad de América Latina.
La crónica ha vuelto en América Latina y España. Es casi una moda. Martín Caparrós en su texto Ahorita, recalca que siempre es difícil contar el presente. En una conversación con el español Agus Morales reconoce que hay algo detrás de los ruidosos éxitos del nuevo periodismo, y ese algo es el viejo periodismo, o sea la crónica de nuevo
Leila Guerriero, reconocida por su maestría como cronista, transita con naturalidad entre la precisión documental del periodismo y la libertad creativa. Guerreiro ha afirmado que las grandes crónicas son muy subjetivas, en términos de crear una mirada potente. La escritora y columnista argentina demanda textos que no tengan fecha de vencimiento, es decir atrapados en una coyuntura.
Por su parte el español Jorge Carrión afirma que en la crónica hay implícito un debate que comienza en la propia palabra «crónica». Un debate largo, habitual, inveterado, que viene de tiempo atrás: lo crónico, afirma. Carrión apunta a un debate sobre el límite entre los géneros que representa como el desafío de una escritura que se mueve entre el canon y la reforma.
Juan Villoro desde México describe a la crónica como el «ornitorrinco de la prosa», resaltando su naturaleza híbrida y su capacidad para amalgamar distintos géneros en un solo texto. Como el ornitorrinco, que combina características de varios animales y especies diferentes, la crónica enfrenta las categorías tradicionales ofreciendo un espacio donde lo narrativo y lo factual convergen, construyendo una forma peculiar de escudriñar la realidad con una voz tan precisa como subjetiva.
La crónica literaria constituye un recordatorio que somos algo más que nuestras aisladas entidades individuales y ofrece dimensiones nuevas o diversas.
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