Joaquín Orellana y su trascendencia en las artes

A los 93 años, el Maestro Orellana, continúa impactando con su creatividad y constante actividad tanto en la música, como en las artes visuales y la literatura.

Ana Lucía Mendizábal

abril 28, 2024 - Actualizado abril 28, 2024

Joaquín Orellana durante un homenaje otorgado por el Ministerio de Cultura y Deportes en 2017. Foto: Micude

“Estoy cien por ciento recuperado”, asegura el Maestro Joaquín Orellana al comenzar una corta plática con eP Investiga. Y es que, entre finales de 2023 y principios de 2024, las noticias acerca de su salud alarmaron a todo el ámbito cultural guatemalteco. 

El 29 de diciembre, sus familiares informaron acerca de una pancreatitis que lo condujo al hospital y a principios de enero, se anunció que al reconocido músico le sería colocado un marcapasos.  

A partir del 16 de enero, las noticias fueron alentadoras porque la intervención quirúrgica fue un éxito y los informes médicos han continuado siendo reconfortantes para el creador de los útiles sonoros, quien el 5 de noviembre pasado cumplió 93 años.  

En enero de 2021, la American Society dedicó la exposición la The Spine of Music guatemalteco Joaquín Orellana, en Nueva York. Foto: American Society

Si de algo sirvió este duro episodio fue para poner en evidencia el cariño y reconocimiento que el Maestro despierta entre artistas de diversas disciplinas. Luego de conferencias de prensa en las que se dieron a conocer sus dificultades de salud, músicos, escritores y representantes de otras ramas del arte se pusieron en acción para recaudar fondos y presentar homenajes al creador de las Humanofonías.

Antes de que se enfermara, el maestro le había pedido a la educadora musical e investigadora Ethel Batres que lo apoyara para lograr la segunda edición de la obra Cantos a la marimba, libro de poemas que originalmente publicó en una edición artesanal con editorial Los Zopilotes. 

Ella se puso en contacto con Irene Piedrasanta, quien asegura, “todo lo que diga Joaquín Orellana para mí es como un mandato”, para hacer patente su admiración por el que considera un genio. 

El libro editado por Piedrasanta lleva por título Cantos de exaltación a la marimba. Cuenta con poemas escritos en el estilo no convencional del artista. En ellos retrata distintos niveles del instrumento nacional. Hormigo, Marimbas en venta y Marimba hacia adentro son los capítulos que dividen este recuento en verso. El epílogo es el relato de una anécdota vivida junto al escritor Humberto Ak’abal. 

Con la segunda edición del libro «Cantos de exaltación a la marimba», Editorial Piedrasanta rinde un homenaje a Joaquín Orellana.

Además, a la inspiración del Maestro la acompañan un prólogo de la poeta Vania Vargas, quien ya había intervenido en la primera edición de la obra, y un apunte biográfico/homenaje escrito por Ethel Batres. 

Acerca de la parte gráfica, Irene Piedrasanta cuenta que ella buscaba una ilustración para la portada. Sin embargo, al preguntarle al maestro Orellana acerca de algún fotógrafo que hubiera trabajado con él, encontró lo que ella describe como “un cisne blanco”, cuando conoció la labor fotográfica realizada por el cineasta y artista gráfico Ameno Córdova, quien había trabajado varias series de fotos de los útiles sonoros. 

Irene Piedrasanta destaca el trabajo del diseñador Manolo Recinos y del equipo de arte de la editorial. 

Las letras no son algo nuevo para Orellana. Irene Piedrasanta asegura que, en distintas ocasiones, el Maestro ha dicho que quiso ser escritor antes que músico, aunque en la actualidad él dice que escribe, pero que no se considera un escritor. Entre sus textos anteriores destacan La muerte del general y otros relatos, además de narraciones inspiradas en algunas de sus obras musicales, tal es el caso de La sinfonía desde el Tercer mundo, El violín valsante de Huis Armadel y Ramajes de una marimba imaginaria.  

Vida, música y pasión

Joaquín Orellana nació en la ciudad de Guatemala el 5 de noviembre de 1930. Más que una vocación hacia la música, siempre tuvo una especie de obsesión por expulsar algo que llevaba adentro.  Tamborilear con los dedos, mover los pies siguiendo un ritmo imperceptible para los otros y encontrar sonidos armoniosos en los elementos que lo rodeaban eran sus prácticas comunes. En diversas entrevistas ha contado cómo su primera composición se la dedicó a unos patitos que estaban en el patio de la casa de sus abuelos. 

Cuando era adolescente, tuvo inquietudes científicas, que terminaron siendo frenadas debido a un incidente en el que por poco acaba con parte del patrimonio de su familia. Sus abuelos le habían dejado instalar un laboratorio en la parte superior de su vivienda en la zona 1. Joaquín, junto a unos primos, experimentaba con distintos elementos químicos, pero una mezcla realizada se salió de control e hizo explotar el aposento. A partir de entonces, se le prohibió hacer experimentos y él centró su atención en la música. 

Al ser alumno del colegio San Sebastián, se integró a la banda de guerra, en donde recibió las primeras lecciones formales para ejecutar instrumentos. Luego comenzó a estudiar el bachillerato en el Instituto Nacional para Varones, pero pronto tomó la decisión de abandonar esos estudios y se inscribió en el Conservatorio Nacional de Música “Germán Alcántara”.

A pesar de lograr significativos avances en su práctica como violinista, sus ambiciones como músico iban más allá. Sobre todo, porque no se atenía a los convencionalismos. Luego de graduarse como violinista, se dio cuenta de que sus inquietudes necesitaban de otros canales.

Ganó una beca para cursar estudios en el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella, en Buenos Aires, uno de los espacios de experimentación sonora más importantes del mundo. Ahí fue alumno de destacados músicos como Alberto Ginastera, Francisco Kröpfl, Gerardo Gandini, Luigi  Nono, Cristian Halfter, Vladimir Ussachesvsky, Román Ramati, Coriún Aharonián, Fernando von Reichembachh y Violeta de Gainza. 

Al volver a Guatemala se encontró con demasiadas limitantes, no solo técnicas, sino sobre todo, culturales. En el texto que acompaña Cantos de exaltación a la marimba, Ethel Batres señala: “…encontró anacronismo de la música académica en el país, a la vez que se enfrentó a la carencia de recursos tecnológicos para la implementación del trabajo electroacústico para el que había sido preparado”. 

Esa precariedad primero lo hizo cuestionarse sobre sus posibilidades, pero luego lo impulsó a buscar opciones para la reproducción de los sonidos que sus composiciones requerían. Al no encontrar en el país los avances que le permitieran experimentar al nivel que necesitaba, comenzó a crear los que en adelante llamó “útiles sonoros”. Acerca de estos elementos, Batres explica en el libro: “El útil sonoro no es un instrumento musical. Es la proyección de un concepto creativo, transformado en musical por medio de elementos sonoros y análisis de las posibilidades combinatorias, físicas y estéticas de varios elementos”. 

La marimba fue un punto de partida de algunos de estos útiles. Por eso, muchos de ellos llevan como prefijo o sufijo el término imba en su nombre. Este es el caso de Sonarimba, Bazzo-qimba, Ítero-Imba, Ondaimba e Imbaluna. 

A pesar de la incomprensión no solo de las grandes audiencias, sino también de muchos de sus colegas, continuó expresándose a través de sus obras.  Humanofonías, Metéora, Asediado-asediante, Híbrido a presión, Sacratávica y La tumba del Gran Lengua definieron su línea de trabajo. 

Poco a poco, nuevos músicos ávidos de experiencias sonoras y sensoriales innovadoras le descubrieron y muchos se identificaron con sus propuestas, que cuentan también con claras alusiones a realidades políticas, sociales y económicas del país.

Reconocimiento internacional

El ámbito musical guatemalteco se rindió ante la evidencia de su talento cuando tomó conciencia de la admiración que Orellana despertaba a nivel internacional. Uno de los momentos álgidos se dio con el estreno de la obra Sinfonía desde el Tercer Mundo en la exposición de arte contemporáneo Documenta 14 que se celebró en Atenas, Grecia, en 2017.

Tanto sus composiciones como sus “útiles sonoros” han sido inspiración para artistas tanto de la música como de la plástica. Ethel Batres señala como ejemplos de esta influencia que el Maestro ha tenido en otros creadores a Carlos Amorales, que realizó el audiovisual Fantasía Orellana. También figuran María Adela Díaz, quien utilizó las Humanofonías como banda sonora del video Caída Libre. El japonés Akira Ikezoe se inspiró en los útiles sonoros para una serie de esculturas llamadas Primitivas futuras, mientras que Alberto Rodríguez Collía hizo una serie de grabados basados en partituras de Orellana. 

Uno de los proyectos sin concluir que Batres menciona en el libro, es el Gran Salón de la Multifonía, que busca ser un espacio en el que todos los útiles sonoros se encuentren conectados, a través de mecanismos electrónicos, para crear atmósferas sonoras sin necesidad de que un músico intervenga. 

La actividad de Orellana ha sido constante. En 2021 presentó Puntos y efluvios en el marco de la exposición The Spine of Music que la American Society le dedicó en Nueva York. Ese mismo año, con motivo del Bicentenario de la independencia patria estrenó Guatemalada Guarimbeante: sinfomínima popular e Inframundo descenso/ascensión, patrocinado por la Municipalidad de Guatemala.

En julio de 2023 presentó el álbum Sacratávica, en el que además de incluir la composición que da nombre al disco, también contiene Fantoidea, Ramajes de una marimba imaginaria e Híbrido a presión. Entre sus próximos proyectos, se encuentran no solo nuevas composiciones, sino también dar a conocer otros de sus escritos. 

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