Historias de resistencia

"Empezaron a lanzar bombas lacrimógenas hacia donde estábamos para golpearnos e intoxicarnos con el humo. Comenzaron a empujarnos con sus pies. En el frente, como siempre, estábamos las mujeres", Felisa Muralles

Ana Cofiño

marzo 2, 2025 - Actualizado marzo 1, 2025

Imagen en la portada del libro Memorias de una resistencia pacífica. La Puya 2012-2023. Foto: Ameno Córdova

Visitamos el campamento de la resistencia en La Puya desde que inició, fuimos a cubrir varias actividades y conocimos a personas que aún persisten en esta larga lucha contra la voracidad de las empresas extractivas que buscan sacar minerales a costa de dañar el entorno y poner en peligro las fuentes de agua. Consideramos fundamental la protección de la naturaleza para el presente y el futuro, y en el caso de La Puya, apoyamos su justa lucha.

Tuve la suerte de editar los manuscritos de doña Felisa Muralles, autora del libro Memorias de una resistencia pacífica. La Puya 2012-2023 y ha sido un placer conocer un poco más a esta gran mujer por la que siento admiración y afecto. Como dice Magalí Rey Rosa en el prólogo, admiración y respeto por su valor y determinación en participar en un movimiento comunitario por la defensa del territorio. Para enriquecer los relatos escritos a mano en los cuadernos, solicitamos el apoyo de los compañeros cineastas Pepe Miqui y Ameno Córdoba, y como feliz resultado logramos una hermosa entrevista que le sirvió a Lucía Escobar como base para elaborar un perfil de la autora que nos parecía imprescindible incluir.

 Es sabido que las empresas extractivistas cuentan con un arsenal de recursos para implantarse donde les conviene. No tienen límites ni escrúpulos, con lo cual compran funcionarios, violan leyes y son capaces de eliminar a sus adversarios. Lo que no se registra ni se nombra en los medios conservadores es la determinación, el coraje y la voluntad de quienes se ponen a disposición del bien común para defender sus territorios.

A los comunicadores vendidos se les hace fácil tildar de haragana y vividora a la gente que se instala en huelga o que sale a manifestar, sin tomar en cuenta el valor que requiere plantar cara a hombres armados, pagados para atemorizar y agredir a población inerme. Tampoco consideran el tiempo y la energía que se invierten en estar en resistencia, porque no es cuestión de ponerse de adorno nomás, a estar en cuerpo y alma, planificando y llevando a cabo las estrategias colectivas necesarias para impedir que un monstruo corporativo se robe lo que le pertenece a la comunidad. O que viole nuestros territorios con la mayor impunidad.

La historia de un país o de un pueblo se puede contar de maneras diferentes, según desde el lugar que se haga. La manera en que el Estado de Guatemala ha narrado la historia patria es parcial y desubicada, en el sentido que quienes la han escrito lo han hecho -por lo general- para justificar las desiguales relaciones que predominan y que nos han dicho que son la única y la mejor forma de organizarnos como sociedad. Ese relato oficial se ha hecho desde arriba, con mirada racista y patriarcal. De allí sus vacíos y sesgos.

 Los pueblos originarios, las clases empobrecidas, el campesinado y las mujeres han sido catalogados por los poderosos como masas sin capacidades ni ideas. Pero la historia desde abajo ha revelado el continuum de resistencias que ha prevalecido a lo largo de los siglos. Doña Licha, como muchas mujeres indígenas y mestizas, es un personaje más de esa historia de resistencias ante un sistema de injusticias y opresiones que se presenta como eterno, pero que, estamos convencidas, no va más.

 Doña Felisa Muralles nació y creció en la aldea El Carrizal, donde cultiva su tierra y vive con su extensa familia. Al igual que otras señoras, se unió a la resistencia en 2012 cuando otra mujer valiente se plantó con su vehículo frente a la entrada a la mina, para impedir el paso de la maquinaria. Lo que les movilizó fue tener claro que la operación traería efectos negativos para su comunidad, y saber que contaban con la fuerza del común para defenderse. Así ha sido en otros contextos donde se ha acudido a asumir posturas radicales para evitar el avance pernicioso de empresas explotadoras. Es preciso subrayar que estas luchas han sido pacíficas y legales, amparadas por la Constitución y los Derechos Humanos. Nada de guerras sucias y ataques arteros. Las consultas de pueblos originarios son un mecanismo reconocido por las leyes que han permitido a las comunidades hacer uso de su derecho a decidir.

El libro que menciono arriba es una especie de bitácora donde esta aguerrida mujer va registrando el día a día de una lucha que no se ha detenido, por más que lo han intentado con gases lacrimógenos, amenazas, atentados y todo tipo de intimidaciones. Ha podido más la dignidad y el coraje de hombres y señoras como doña Licha, quienes, junto a jóvenes y niñas, han dado vida a un movimiento que se convirtió en símbolo de la dignidad.

Se cumplen trece años desde que empezaron a instalar champas en la carretera para alojar a la gente que por turnos se encargaba de mantener encendida la llama de la resistencia. Durante todo ese tiempo, siempre hubo encuentros fraternales, celebraciones ecuménicas, festivales, maratones, poesía, arte y solidaridad. Por ello hoy, de nuevo, conmemoramos esta gloriosa gesta con la presentación del libro de doña Licha, y celebramos esa tenacidad que brilla en medio del desánimo y la desilusión.

En mayo de 2014 un gran contingente de hombres y mujeres fuertemente armados recibieron la orden del ministro de gobernación de desalojar a la resistencia de ese punto entre San José del Golfo y San Pedro Ayampuc que se atrevió a parar a una empresa transnacional. Soy testiga presencial de cómo la gente, sin más armas que sus cuerpos y sus voces, con la fe puesta en sus creencias religiosas, hizo lo posible por evitar la confrontación y el brutal desalojo. Llegó un punto en que fue necesario reconocer que la lucha era favorable para los invasores, quienes con maquinaria pesada y uso de la fuerza pública, lograron pasar. Momentáneamente, porque unos pocos metros más adelante, la resistencia, herida y golpeada, se volvió a instalar. Es así como, hasta hoy, la gente ha seguido buscando garantizar que su territorio sea respetado. Y la mina no pudo continuar extrayendo minerales a su antojo.

Desalojo de 2014, en La Puya.

Las criaturitas que hace diez años recitaban o cantaban en los actos culturales de La Puya, hoy han crecido y son jóvenes bien informadas que, además, cuentan con figuras modélicas como doña Licha, que les han abierto brechas y les han heredado lecciones para que nadie les robe el futuro. Los gobiernos van y vienen, la resistencia persiste.

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