Francisco Pérez de Antón. Foto: William Olyslager
Aunque a los 12 años Francisco Pérez de Antón no sabía nada de literatura, pasó muy poco tiempo para que descubriera el amor por las letras. Sin embargo, debieron transcurrir muchos años y experiencias para que pudiera ejercer con libertad su vocación.
Según cuenta el escritor, nacido en 1940, en Soto de Caso, Oviedo, España, en ese entonces vivía con unos tíos luego de la separación de sus padres. Estos familiares lo enviaron a un colegio de frailes agustinos donde recibió lo que llama “una educación humanística poco común”.
El primero que quedó sorprendido por el talento del jovencito fue su profesor de literatura de tercer grado de bachillerato. Un día el docente anunció: “Hoy no voy a dar clase. Saquen sus cuadernos y sus lápices y van a escribir una historia durante una hora”. Francisco, al igual que sus compañeros, pasó los siguientes 60 minutos concentrado, tratando de cumplir con la tarea improvisada que les fue asignada y al término del tiempo estipulado entregó su trabajo.
El siguiente día de clases, el catedrático lo hizo leer su escrito frente a todo el salón. “Me echó unas flores y ese día descubrí que eso me gustaba hacer”, cuenta Pérez de Antón.
Más adelante, su tercer profesor de literatura, que impartía la clase en el séptimo año del bachillerato, hizo, al menos, en principio, todo lo contrario. El maestro dijo: “van a escribir durante una hora un texto sobre un cementerio”. Parecía que la escena se repetiría, pero no fue así. “Pérez de Antón, de pie”, ordenó el docente y luego le preguntó: “¿de dónde copiaste ese trabajo del cementerio que he leído aquí?”. El alumno dijo: “Padre, cómo iba a copiarlo si no sabía lo que tenía que escribir. Yo no he copiado nada”. “Me dio un par de bofetadas, me puso de rodillas y me puso un cero”, relata.
Sin embargo, dos o tres clases más adelante, el profesor decidió asignar otro trabajo. Escribió un verso de otro fraile agustino que era escritor y pidió a los alumnos que hicieran una glosa. Todos entregaron sus trabajos y al volver con las tareas calificadas volvió a llamar a Pérez de Antón al frente. Esta vez, el fraile no tuvo más que rendirse ante las evidencias. “Me dijo, ‘me equivoqué contigo’. Me echó unas flores, me nombró redactor jefe de la revista y bibliotecario del colegio que tenía mil alumnos”, recuerda. La reivindicación no se quedó ahí porque en el anuario de los graduados el profesor anotó que Francisco Pérez de Antón era “la mejor pluma del colegio”, con solo 17 años.
Cuando Francisco terminó el colegio, los frailes les dijeron a sus tíos que debía seguir carreras como Derecho o Filosofía y letras. Sin embargo, al volver a casa su tío le dijo que debía estudiar una carrera técnica, ya que si no se moriría de hambre. Era la España de la posguerra civil y había muchas carencias.
Ganarse la vida
Resignado, Francisco pasó los siguientes años estudiando Ingeniería en Agronomía. “Desde ahí, la noción que tenía era que primero que todo, debía ganarme la vida”, admite. En medio de su educación universitaria conoció a una joven guatemalteca de quien se enamoró y con quien mantuvo un noviazgo epistolar durante tres años. Ya habiendo terminado la ingeniería, comenzó a trabajar en una empresa de fertilizantes, pero el amor pudo más y se trasladó a Guatemala.
Al llegar a este país centroamericano en 1963, tenía 23 años. Como regalo de bienvenida, su novia le obsequió una versión del Popol Vuh, del cual confiesa solo leyó 30 páginas y, en ese entonces, no entendió nada.
Se casó con su enamorada y pronto fue contratado en una fábrica de concentrados. “Cuando llegué a Guatemala, pensé: “¿cómo es posible que aquí la carne de pollo sea tan cara, si en todas partes del mundo es la carne más barata?”, cuenta. Pronto, con el entusiasmo de su juventud, se puso como meta cambiar esta situación. “Lo que me propuse fue llevar la carne de pollo hasta el último rincón del país”, recuerda.
Para cumplir ese propósito se crearon centros de distribución refrigerados en toda la república. En poco tiempo paso de una venta inicial de tres mil pollos semanales a 300 mil. A la fecha, dice sentirse orgulloso de haber contribuido a mejorar el consumo de proteína en la población. “El verdadero negocio fue ese. Pollo Campero fue una marca popular, pero fue secundario”, asevera. Acerca de esa fórmula que él concibió, cuenta que esta introdujo en el país un pollo empanizado, con especias y hierbas y con un método de darle jugosidad. “Fue explosivo en el paladar del guatemalteco: morder, sentir el jugo y todos esos sabores… es un pollo distinto”, describe. Años después, esa aventura empresarial quedó plasmada en el libro «Memorial de batallas y cocinas».
Del paladar a la conciencia
La exitosa aventura empresarial de Pérez de Antón estaba en su mejor momento, cuando sorprendió al mundo industrial con el anuncio de su retiro. Tenía 44 años. “Mis amigos me decían, ‘pero cómo sos tan bruto, estás en lo mejor de la vida’. La verdad sí estaba ganando mucho dinero. Pero ya el dinero no me motivaba”, expresa.
Estaba convencido de que era momento de centrarse en escribir, un oficio que había seguido practicando como un pasatiempo, con muy eventuales publicaciones en algunos medios de comunicación. Para ese entonces, ya había comprendido mejor la mitología. Así que decidió trasladar al presente 12 de los mitos del Popol Vuh y tomó una frase de una de las traducciones de ese libro “Cansados de esperar el sol” y con ese título armó un libro. Confiesa que vivió dos años “malos”, en los que resintió pasar de una intensa actividad laboral a una ocupación más relajada.
En medio de esa situación, un grupo de amigos le invitó a crear un medio de comunicación. Recordó que recién graduado y ya con cierto éxito en su primer empleo en España, pensaba en volver a Madrid y estudiar periodismo. Así que, pensando en poner en práctica esta inclinación, les propuso editar un diario, pero ellos dijeron “no”. Entonces les dijo: “Fundemos un semanario, pero un semanario con sentido”. Su objetivo debía ser propiciar la apertura política, poseer un sentido innovador y hacer periodismo investigativo, y aceptaron.
“Me había salido de la empresa y resulta que me estaba metiendo en otro negocio, pero claro, es un negocio muy diferente. Era una empresa de tipo cultural, con un propósito: defender la democracia, crear nuevos valores cívicos y practicar la libertad de expresión”, reflexiona.
Reunió a un equipo de periodistas y como el diseño gráfico era otra de sus aficiones, puso manos a la obra y esbozó el número “0”, pero le quedó la última página libre. Entonces decidió escribir un artículo y nombró el espacio “En corteza de amate”. Este escrito, con el que se cerraban todas las ediciones, adquirió tanta popularidad, que se decía que Crónica era la única revista que se empezaba a leer en la última página. Pérez de Antón llegó a escribir cerca de 700 de estos ensayos breves, que cada semana sorprendían por la variedad de su temática e inigualable estilo.
Philippe Hunziker, editor de Sophos, asegura que uno de los grandes aportes que Francisco Pérez de Antón ha hecho a Guatemala es la formación de una generación de periodistas que se forjaron en Crónica y de un lectorado que por primera vez se dio el “chance” de tener una expectativa exigente acerca del tipo de periodismo al que podía acceder.
Debido a la línea editorial, comprometida con la verdad, Crónica sufrió persecución por parte de gobiernos de turno. Tanto Pérez de Antón como algunos de los periodistas recibieron amenazas de muerte. Sin embargo, la gota que derramó el vaso fue la avalancha de ataques que generó la amplia investigación realizada acerca de los procesos de venta de Guatel.
La revista reveló una negociación que se efectuaba entre el empresario mexicano Carlos Slim y el gobierno de Álvaro Arzú, con el financiamiento del banco JP Morgan. Sin embargo, a la ciudadanía guatemalteca se le quería hacer creer que eran empresarios guatemaltecos los que comprarían la telefónica. Pérez de Antón, quien se había movido en los altos círculos empresariales, conocía bien el mundo de negocios del país y evidenció que las empresas, que supuestamente invertirían no contaban con los fondos necesarios para la millonaria transacción.
Los ataques contra Crónica se prolongaron durante más de dos años. Se intentó asfixiarla económicamente, bloqueando la compra de anuncios en sus espacios. La publicación subsistía. Sin embargo, Pérez de Antón decidió vender la revista, cuando se empezó a decir que lo que había era un enfrentamiento personal entre el entonces presidente y él. “Lo personalizan para atacar a la persona, en lugar de los hechos. Eso me dolió mucho y entonces les dije a los socios, ‘yo me voy porque puedo ser un obstáculo’, pero ellos dijeron, ‘vendemos’”, cuenta. Así concluyó su aventura periodística más notable.
Libros de los guatemaltecos
Aunque el fin de Crónica, como se concibió originalmente, fue un duro golpe para el periodismo y la libertad de expresión, significó el verdadero arranque de la carrera literaria de Francisco Pérez de Antón.
A partir de entonces, se concentró en ofrecer libros en los que la historia y la identidad de los guatemaltecos se ven reflejadas, con su particular enfoque y estilo.
El escribir acerca de Guatemala en casi todas sus obras, tiene sus fundamentos en lo que él siente por este país. “Porque tengo conciencia, sentimientos y emociones de guatemalteco. Porque eso es inevitable. Estoy arraigado aquí desde hace tanto tiempo. Tenía 23 años cuando vine. Esto fue una osadía, pero si me atreví a hacerlo fue porque podía sustentarlo y podía sentirlo” explica. “España es mi país, pero Guatemala es mi casa, eso no me lo puede quitar nadie, ni negar nadie”, añade.
Sus más de 25 obras han enriquecido el acervo de la literatura nacional con perspectivas únicas acerca de la historia, la tradición, e incluso la denuncia social del país. En cuanto a sus novelas históricas refiere: “En todos esos años, yo no me creía la historia según la interpretación que se hacía de ella. La solución a eso era acudir a las fuentes originales y esas tampoco me satisfacían, porque los textos originales tampoco eran sinceros”.
De esa falta de precisión, pero además de la necesidad de encontrar la verdad más allá de la apariencia, surgió su deseo de llenar lagunas y contar episodios que son ignorados por la mayoría. Sin embargo, no quiso hacerlo al estilo de historiadores, sino por la vía de la ficción. Eso sí, “sin faltar a los datos que pueden ser objetivamente contrastados”, enfatiza.
Entre sus títulos se destacan obras como Los hijos del incienso y de la pólvora, que el autor describe como una metáfora de la sociedad que nacía en la Antigua Guatemala. El autor cuenta que recientemente, durante una conferencia en la ciudad colonial, un historiador tomó la palabra y dijo: “Mire usted, toda la investigación que ha hecho sobre el libro es fantástica. Asombra más que la propia novela”. Eso, dice Pérez de Antón, le dio mucho gusto, “porque siempre he puesto un énfasis muy grande en el estudio de la historia, puedes estar de acuerdo o no con la interpretación, pero los hechos hay que ponerlos, los datos hay que ponerlos”. “El descubrimiento de cómo se fue generando la nueva sociedad a partir del siglo XVIII fue una novedad para mucha gente”, añade.
Otra de sus novelas históricas es La guerra de los capinegros, donde su intención, según señala, era contar la conquista de las almas. “Me inventé un pueblo de Centroamérica y me inventé el año 1542, que es el año de la declaración de las Leyes nuevas, que era muy importante porque devolvía a los indígenas sus tierras, sus propiedades y su condición originaria”.
La más popular de sus novelas es El sueño de los justos. Esta surgió, como la mayoría de sus piezas literarias de una pregunta que se hizo. “Siempre tuve curiosidad por la Revolución del 71. En 1971 yo tenía 31 años y hubo una celebración en la ciudad. Todo el mundo exaltaba a Justo Rufino Barrios. Y dije: ¿Cómo es posible que llamen revolución liberal a algo que se convirtió en una tiranía durante 73 años?”. La investigación y puesta en blanco y negro le llevó dos años y tres meses.
Acerca de El sueño de los justos, el escritor comparte que, terminada la novela, leyó un libro acerca de estructuras míticas y se dio cuenta que su libro tiene la misma estructura de La Odisea, de Homero. Acepta que es el que más le gusta al público, por lo que también es su favorito, porque esto quiere decir que es “el libro con el que más acerté en llegar al corazón y a la mente de los lectores”.
La más reciente de sus trilogías relata historias basadas en acontecimientos más contemporáneos. El primero de estos es La corrupción de un presidente sin tacha, en el que refleja como las buenas intenciones no son suficientes para gobernar con probidad dentro de un sistema profundamente invadido por la corrupción. Más adelante, llegó Heridas tiene la noche, que conduce al lector a los entretelones políticos de un crimen ocurrido en 1968. Esta trilogía concluye en 2023 con El crimen de la magistrada, en el que el autor revela los aspectos obscuros que pintan un sistema plagado de corrupción, en el que las instituciones se rinden ante la riqueza generada por el narcotráfico.
Otra de las obras con trasfondo histórico fue Callejón de Dolores. Esta está basada como siempre en las respuestas que Pérez de Antón encontró al preguntarse, ¿qué pasaría en Guatemala en 1929, durante la Gran Depresión mundial? “Descubrí que ese año se habían concitado en Guatemala todos los males habidos y por haber. Dos huracanes, una tormenta tropical, la caída de la bolsa, la erupción del Santa María, una plaga de chapulines y todo en el curso de dos meses. Destruida la ciudad, el ferrocarril severamente dañado”, enumera. Y luego “investigando horas y horas en la Hemeroteca, abro un día el periódico y (aparece) la caída del avión que maneja Chinto Rodríguez y ahí se me ocurrió la historia”, matiza.
La sensibilidad y el poder de observación de Francisco Pérez de Antón también se evidencian en obras que solo él con sus vivencias pudo escribir. Este es el caso de Chapinismos del Quijote. “A mí me sonaban cosas en las expresiones de los guatemaltecos. Me decía ‘Esto lo he oído en alguna parte’. Un día me di cuenta que, donde los había oído era en El Quijote. Crecí en Talavera de la Reina, que es un pueblo de La Mancha. Ahí cursé mis dos primeros años de bachillerato. Teníamos un profesor que nos hacía leer una página de El Quijote todos los días… Había en el lenguaje natural y espontáneo muchos dichos que estaban en el libro de Cervantes. Y me pregunté, ¿cómo sucedió que hay palabras que aquí se enquistaron y son muy propias del guatemalteco, pero no se hablan en España o no se hablan en Argentina”. La explicación que se le ocurrió fue la incomunicación. “Llegar a Guatemala en aquel siglo XVI y principio XVII… Ese aislamiento cristalizó en un lenguaje muy propio”.
Diana López, presidenta de la Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua), que este año será dedica a Francisco Pérez de Antón, reconoce en Los chapanismos del Quijote, un libro “insignia cuando queremos hablar de cómo hablamos los guatemaltecos”.
María del Carmen Deola, editora de Alfaguara/Penguin Random House, destaca, además de las novelas, títulos de ensayos como Cisma sangriento, El gato en la sacristía y, uno, que indica es difícil de clasificar, Memorial de cocinas y batallas.
Deola destaca características de las obras de Pérez de Antón. De sus novelas, dice: “Son novelas totales. En una novela es capaz de presentar al lector todas las facetas y vertientes posibles, a través de unos personajes que son el reflejo de la vida misma”. Señala también que los libros del autor mantienen el interés constante del lector y además, consiguen entretener mientras instruyen.
Hunziker apunta que “Pérez de Antón tuvo el tino de dar a conocer episodios de la historia de Guatemala, de la mano de personajes que se pudieron identificar”. El editor y librero añade que, gracias a la ficción, el escritor logra volver humanos sus relatos.
Homenaje a un migrante
Diana López, de Filgua, explica que dedicar la feria, que este año se realizará del 4 al 14 de julio, a Francisco Pérez de Antón, empata con el tema “Migración”, que identificará esta edición. Explica que la feria enfatizará en cómo grandes autores como Miguel Ángel Asturias, Enrique Gómez Carrillo y Luis Cardoza y Aragón escribieron sus grandes obras en el exilio o autoexilio. El caso de Pérez de Antón, es precisamente al revés, porque migró de España a Guatemala y desde aquí ha construido una carrera que lo ha llevado incluso a obtener el Premio Nacional de Literatura “Miguel Ángel Asturias” en 2011.
En la Feria Internacional del Libro Pérez de Antón estrenará dos obras. La primera es El auge de la democracia autoritaria, editada por Sophos, que el escritor indica que está dividida en tres partes. La primera dirigida a reflejar la tendencia del autoritarismo, que tiene como primera víctima a la prensa. En la segunda parte, dice Pérez de Antón, hay un intento de transmitir una serie de pensamientos inspirados en el siglo de las luces y, luego algunos aspectos de la aventura de vivir.
El otro es un libro de relatos que va a publicar Alfaguara/Penguin Random House. “Reúne una serie de historias largas sobre muy diversos temas, contemporáneos o no. Quizás novelas que se quedaron sin desarrollar”, describe. Se llama El arte de burlar a la muerte. Se presentará el domingo 7 de julio, a las 17:00 horas, en Filgua.
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