Es momento de la diplomacia

Durante años el equilibrio nuclear estratégico y la composición del Consejo de Seguridad de la ONU lograron que se pensara que la época de las grandes guerras había sido superada. Sin embargo, la invasión de Rusia a Ucrania, así como la escalada de violencia en Medio Oriente ha demostrado que la amenaza de conflagración sigue siendo actual.

Rafael Paiz Conde

octubre 6, 2024 - Actualizado octubre 5, 2024

El ser humano es gregario, su debilidad física debe compensarse con la capacidad de tejer estructuras sociales que le protejan de los elementos del ambiente; y que le permita transformarlos en su beneficio. Sin embargo, lo escaso de estos últimos obliga a los distintos grupos humanos a competir entre sí. haciéndolo, muchas veces, de forma violenta. Es por ello que, si existiera un concepto omnipresente en la historia de la humanidad, éste sin lugar a dudas sería: la guerra.

La Historia, analizada desde el punto de vista Occidental, ha estado marcada por las tensiones entre las principales naciones europeas. Obtener el control del medio oriente primero, luego el de la costa mediterránea, paulatinamente el del continente europeo y finalmente el resto del orbe marcaron a sangre y fuego sus relaciones. Luchando violentamente no solo por sobrevivir a sus vecinos sino por exportar su civilización. Algunas se impusieron totalmente, otras tuvieron que fusionarse simbióticamente entre sí dando pasos a nuevas culturas.

A lo largo de los últimos tres mil años, el control del continente europeo ha sido equivalente a “dominar el mundo”. En este lapso las conflagraciones, conquistas y reconquistas han sido la constante. Las guerras: del Peloponeso, las Púnicas, las Cruzadas, la de los Treinta Años, las Napoleónicas, los dos mundiales, hasta llegar a la actual de Ucrania han sido solo algunos ejemplos de ello. Con el tiempo lo militar se vio forzado a dar paso a la diplomacia en aras de lograr la paz. Westfalia, Utrecht, Viena, Versalles son nombres de los principales tratados donde grandes diplomáticos tejieron acuerdos buscándola.

En el siglo XX se agregaron dos características a estos conflictos: se industrializó y mundializó la masacre. Solo en la primera mitad del siglo pasado más de 120 millones de personas perdieron la vida por esta causa. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial su magnitud obligó, al igual que en el pasado, a plantearse alguna forma para evitar que nuevamente el mundo sucumbiera a semejante tragedia. Es así como nacen las Naciones Unidas y su Concejo de Seguridad, donde las cinco potencias vencedoras tendrían el derecho a veto.

Este sistema logró encontrar un tenso equilibrio. El planeta se dividió en dos grandes bloques seguidos de las principales potencias. El Mundo Libre identificado con los valores democráticos de los EE. UU. y el Socialista que hacía lo propio con los principios marxistas de la URSS. A esta época de tensiones Orwell la bautizó como “Guerra Fría”.

El mecanismo, a pesar de sus falencias, fue exitoso. Ya que logró evitar una conflagración directa entre las grandes naciones poseedoras del arma nuclear. De haberse dado una guerra de estas características el resultado hubiese sido, sin lugar a duda, apocalíptico. No obstante, estas no dudaron en usar su poder para intervenir e imponer sus intereses en otras latitudes.

A partir del año de 1990 con la caída del “Socialismo Real” los EE. UU. y sus aliados de Occidente se posicionan como única Híper Potencia. El tenso equilibrio del sistema se resquebrajaba. Ya no era el dialogo exclusivo para evitar la guerra. El mundo conoció la “Pax Americana”. Los regímenes que se negaron a aceptar el dogma democrático-neoliberal fueron severamente castigados.  Prueba de ello fueron las sucesivas intervenciones militares en, Irak, Yugoslavia, Afganistán, Siria y Libia entre otras.

Durante años el equilibrio nuclear estratégico y la composición del Consejo de Seguridad de la ONU lograron que se pensara que la época de las grandes guerras había sido superada. Sin embargo, la invasión de Rusia, potencia nuclear, a Ucrania en el año 2022. Así como la escalada de violencia, a partir del 7 de octubre, en Medio Oriente ha demostrado que la amenaza de conflagración sigue siendo actual. Ocasionando un aumento, en todo el orbe, del gasto militar del siete por ciento, alcanzando los 2,500 millardos de dólares el año anterior.

El desequilibrio en el sistema que se produjo hace 30 años, ocasionó que se degradara la estabilidad global. Poco a poco, viejas rencillas entre naciones afloraron. Sumado a esto, la pérdida de influencia de antiguas y el surgimiento de nuevas potencias es evidente. Obligando a plantear la posibilidad de modificar el funcionamiento del mecanismo emanado en 1945. 

Querer resolver todas las diferencias será imposible, generará frustraciones y alimentará resentimientos que acentúen la conflictividad. De igual forma, cuando las naciones son muy fuertes difícilmente están dispuestas a ceder y buscan imponer sus criterios. Lo que a su vez redundará en los mismos sentimientos de desengaño. Por el contrario, se debe tomar en cuenta la fuerza de los hechos, el balance de poder y la influencia de las nuevas relaciones internacionales.

En momentos como el actual, es imperativo hacer un alto y revisar la Historia. Ya en el pasado la diplomacia ha sido la vía estabilizadora en el plano internacional. Es el momento de hacerlo nuevamente. En este nuevo pacto de convivencia entre las naciones todos tienen que ser escuchados y deben estar dispuesto a ceder algo. De no hacerlo así, el mundo podría entrar en una indeseable espiral guerrerista que lo conduzca a una nueva hecatombe.

Guatemala, 6 de octubre del año 2024

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