Ensamble Prosodia: 20 años de traer al presente la música del pasado

La agrupación que reinterpreta composiciones de los siglos del XVI al XVIII ha atravesado distintas etapas en las que ha debido variar desde su nombre y los instrumentos que utiliza hasta a sus integrantes. En los tres conciertos con los que celebrará dos decenios de existencia ofrecerá una panorámica de su trayectoria y evolución.

Ana Lucía Mendizábal

octubre 6, 2024 - Actualizado octubre 6, 2024

Encontrarse con la musicalidad de épocas pasadas requiere no solo descubrir y rescatar partituras y manuscritos. Es necesario, además, comprender los contextos en los que cada una de las composiciones fue creada e interpretada. Esto lo saben bien los integrantes del Ensamble Prosodia, la agrupación musical que celebra 20 años de investigación y reinterpretación de música de los siglos XVI , XVII y XVIII. 

Omar Morales Abril, su fundador e investigador, refiere que siempre se sintió atraído por la música antigua. Además de formarse como musicólogo en la Universidad Nacional Autónoma de México y el Conservatorio Superior de Música de Madrid, durante un tiempo fue integrante del grupo Ars Nova, que interpretaba composiciones musicales de siglos pasados, casi todas provenientes de Europa. En 2003, fue contratado por el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical perteneciente al Instituto Nacional de Bellas Artes en México. Al concluir su contrato volvió a Guatemala decidido a recuperar música antigua local. 

“Normalmente lo que se enseña es la música centroeuropea y quise saber si había algo semejante a eso en nuestra región”, relata. Comenzó a investigar y descubrir que efectivamente existían partituras y documentos que daban cuenta de composiciones realizadas desde el siglo XVI. Pero su inquietud no se quedó ahí. Fundó un grupo capaz de traer al presente y reinterpretar esa música encontrada.  “Con la inquietud de tener una especie de laboratorio para hacer sonar lo que investigaba y retroalimentar la investigación empezamos a ensayar en julio de 2004”, cuenta. 

El conjunto se llamaba originalmente Capilla del Valle de la Asunción. “El nombre se prestaba a confusión porque la gente preguntaba ‘¿dónde queda esa capilla?’ o creían que era un grupo religioso”, admite. Morales explica que el nombre hacía referencia a una capilla, que era como hace siglos se denominaba a una agrupación conformada por voces e instrumentos que hacían polifonías. 

Concierto en Cantón Exposición, 18 de diciembre de 2007.

A la confusión se sumaba el hecho de que la mayor parte de la música conservada en el período que ellos estudiaban lo preserva, sobre todo, la iglesia católica. A pesar de estar conscientes de esa percepción equívoca, no fue sino a finales de 2016 cuando el grupo tomó la decisión de cambiarse el nombre y fue a principios de 2017 cuando se anunció que de ahí en adelante se identificaría como Ensamble Prosodia. 

“Es mucho más corto, además, es una palabra de origen latino y por consiguiente entendible en muchos idiomas. Además, se asocia con algo que es básico en nuestra propuesta de interpretación de la música: La prosodia se refiere a la correcta pronunciación y acentuación de las palabras y en lo que hacemos, el ritmo de la música está determinado por el ritmo de la lengua”, expresa.  

Imagen del grupo en Amatitlán, el 10 de octubre de 2010. Foto: Gary Quintana Oliva

Más allá de la interpretación

El trabajo de investigación realizado por Morales no se limita al traslado y traducción de las partituras que se encuentran en espacios como el Archivo Histórico Arquidiocesano de Guatemala o el Archivo General de Centroamérica. Cada una de los cientos de obras con las que ha trabajado ha requerido de un análisis del contexto en el que funcionaba, para qué ocasión se interpretaba, cuántas personas e instrumentos participaban en esa interpretación. Además, gracias a los estudios realizados, se han llegado a determinar las circunstancias políticas y religiosas que rodeaban a los creadores. 

Morales enfatiza que, en el caso de este tipo de piezas que tienen al menos 300 años y no volvieron a ser interpretadas, cada vez que vuelven a montarse se dan procesos creativos compartidos. “Yo no lo veo tanto como rescate porque, en realidad, la música existe solo en el momento que suena. A diferencia de otros elementos artísticos que por su materialidad permanecen en el tiempo, la música es algo abstracto. Si esa música existió y dejó de sonar, ya no existe, y cada vez que la ejecuta alguien, está creando y eso implica que participa en el proceso creativo, tanto el intérprete como quien hizo la traducción de notación antigua a notación moderna. Con nuestros conocimientos, limitaciones, sensibilidad y posibilidades técnicas, nosotros recreamos”, anota. 

“Es algo que está muy vinculado con la historia local. Es una recreación, pero no con la intención de repetir como funcionó en la época, sino que le damos más peso a que comunique algo al escucha de hoy”, añade el musicólogo. Las presentaciones de la agrupación buscan ofrecer explicaciones al público acerca de los contextos en los que los compositores e intérpretes originales interactuaban. 

El acercamiento a la realidad que se experimentaba en los siglos XVI y XVII también se procura a través de la incorporación de instrumentos musicales similares a los que se usaban en esa época.  “Se utilizan réplicas de instrumentos, y aunque sea algo moderno y electrónico, se busca que sea el sonido de un instrumento sampleado, es decir que logre un registro del timbre de un instrumento histórico”, señala.

La posibilidad de adquirir los instrumentos también marcó parte de la evolución del grupo. “Desde muy pronto sabíamos qué se necesitaba, pero usábamos lo disponible”, admite el director. Los integrantes aportaron de sus propios recursos. “Quien tocaba violonchelo, pudo adaptar uno para hacerlo barroco…, conseguimos una guitarra barroca, una guitarra renacentista, arpa, cuatro venezolano, una viola da gamba”. Posteriormente, la agrupación logró adquirir dos instrumentos que son muy raros en Guatemala, porque no existían en el país ni hay quien enseñe a tocarlos: un corneto y un bajón. El primero fue adquirido en Inglaterra y el segundo en Francia. 

Integrantes de ayer y hoy

La primera agrupación estaba conformada por Morales como director, la soprano Rebeca Vásquez, la contralto Andrea Pellecer, el tenor Otto de la Roca y el bajo Edwin Paredes que estuvo solo un año. Más o menos al año de creación del ensamble ya se habían incorporado otros integrantes como Daniel Ovalle, que en la actualidad es el director del Coro Nacional, su hermano Salvador Ovalle y Hembly Magdalena De León. Además de Fernando Ruiz, quien es tenor e interpreta instrumentos. En distintas etapas se han sumado otros artistas como Ana Julia Mato, que estuvo entre 2006 y 2022. 

IX Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana «Misiones de Chiquitos»
San Miguel de Chiquitos (Bolivia), 27 de abril de 2012. Foto: Gary Quintana Oliva

Morales señala que ha habido algunos integrantes que han encontrado otros caminos, tal es el caso de la soprano Diana Ramírez, quien llegó en sustitución de Rebeca Vásquez, pero que, gracias al trabajo realizado dentro de Prosodia, comenzó a explorar más en la música antigua y en la actualidad trabaja en Alemania.  

Otros nombres que menciona son los de la violonchelista Lourdes López, la arpista Brendy Boj y Julio Flores quien ingresó para tocar el violonchelo, pero también es flautista. Otra de las integrantes fue Dominique Hunziker, quien era menor de edad cuando se unió a las filas de la agrupación. Pronto viajó a Suiza, desde donde prosiguió sus estudios y trabajo musical.

En 2006, Prosodia grabó un disco bajo el título El fiel peso y medida, todavía con el nombre de Capilla del Valle de la Asunción.  

A lo largo de su historia, Prosodia ha tenido la oportunidad de proyectar su trabajo a nivel internacional. En 2005 participó en un festival en Venezuela. “Quizás fue la vez que nos hizo tomar conciencia del impacto de lo que estábamos haciendo. Yo escojo las obras, las investigamos y montamos, pero al llegar a un ámbito internacional, donde nadie conoce esa música porque no había sonado durante algunos siglos, y ver cómo lo tomó la gente local y un grupo boliviano que se impresionó mucho por la calidad del repertorio”. Posteriormente ha habido presentaciones en Perú y México. En 2010 fueron a un festival de música antigua que organiza una universidad en Lima, Perú, y volvieron en 2012, luego de ser seleccionados para el Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca que se realiza en Bolivia, en el que realizaron diez conciertos. 

X Festival Internacional de Música Antigua de Lima, en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, 07 de mayo de 2012.

En 2015 el grupo participó en la conmemoración de los 250 años de la muerte del compositor zapoteco Juan Matías, quien fue Maestro de la Catedral de Oaxaca, México, porque la investigación sobre su música se encuentra en Guatemala. En 2017, la agrupación vivió una de sus experiencias más enriquecedoras. Morales cuenta que en el instituto donde trabaja en México se resguarda un conjunto de papeles con obras musicales asociadas con un convento de Puebla. Estas estuvieron a punto de ser sacadas del país por coleccionistas. Afortunadamente, se emitió una ley que detuvo esa extracción y quedó bajo el resguardo de Bellas Artes. Alrededor de ese conjunto de obras, se organizó una serie de conciertos en el que además de Prosodia, también participaron un grupo de Cuba llamado Ars Longa y el grupo mexicano Bona Fe.

La investigación y el repertorio

Al inicio del grupo, cuando estaba integrado solo por intérpretes vocales, el repertorio que se presentaba en los conciertos estaba integrado por obras de las más antiguas conservadas en el Archivo Histórico Arquidiocesano. Entre ellas las que se atribuyen a compositores como Hernando Franco, un músico que estuvo hasta 1574 en la ciudad de Guatemala y luego fue Maestro de la Capilla de la Ciudad de México de 1575 a 1585.  También había obras de Pedro Bermúdez y Gaspar Fernández, músicos de finales del siglo XVI y principios del XVII, que estuvieron activos en la catedral de Guatemala y luego migraron a territorios que hoy pertenecen a México. 

En la medida en que se fueron incorporando instrumentos, la agrupación también se enriqueció en su repertorio con los frutos de la investigación. Los estudios realizados por Morales le han llevado tanto a descartar o al menos a poner en dudas algunas ideas que prevalecían. Por ejemplo, señala que los historiadores anteriores marcan una gran laguna en la composición de la región, entre 1606 y 1730. “Incluso hay quienes han publicado que no hubo música. Lo que sucede es que está en una notación distinta a lo que es entendible y suelen no darle importancia”, asevera. 

Explica que mucha de esa música no dice el nombre del autor y ha sido a través del estudio indirecto que se ha podido asociar a un grupo de compositores activos en Guatemala en el siglo XVII de quienes no se tenía noticia, como Nicolás Márquez Tamariz y Marcos de Quevedo. 

Otro aspecto que Morales realza es que no se puede afirmar que lo que en la actualidad se puede rescatar es lo único que existió musicalmente. “Lo que se conserva es lo que protegió una institución que tenía poder, no necesariamente es con lo que la gente se sentía más identificada”, advierte. Es más, hace notar que incluso se puede saber acerca de otro tipo de música que era presa de la censura.  “La inquisición solo tenía dos tribunales en todo el continente. Uno en la Ciudad de México y otro en Lima, Perú. Muchas denuncias ante la inquisición vinculadas con Guatemala están en el Archivo General de la Nación en México. Ahí se puede dar uno cuenta que había el gusto de cierto tipo de músicas que eran más bien denunciadas por la iglesia”. 

A pesar del rechazo hacia expresiones musicales auténticas, se realizaron obras que mostraron rasgos de la población, pero bajo el estricto control de las élites. “Hay ciertos repertorios que muestran los gustos populares. No era la música del pueblo, pero eran composiciones que recogen la idea del grupo que trabajaba para la élite de cómo representar al pueblo. Por ejemplo, hay música con influencia africana, que mucha gente cree que es la música de los africanos, pero no, es la música que los españoles querían que se entendiera de cómo eran los africanos para mantenerlos en su lugar”, asegura. A través de estas obras se pintaba a los africanos esclavizados como muy divertidos, hábiles, pero como niños a los que había que “cuidar”. 

Lo mismo sucedió con los indígenas.  Morales advierte que lo que se conserva se relaciona con la idea que la oficialidad quería proyectar. “Es complejo porque las obras que están en algún idioma indígena o mencionan las culturas indígenas primero caricaturizan un poquito y segundo, buscan legitimar la universalidad del proyecto político religioso dominante”. En algunas obras, lo que se proyecta es la idea de que tanto los indígenas como los africanos esclavizados participaban de la fe y que así  como eran creyentes y practicantes, también eran dignos de la salvación. 

Un caso interesante que comenta Morales es que en 1597 la catedral contrató a una familia de indígenas que vivían en el barrio de Santo Domingo, cerca de la entrada de La Antigua Guatemala, para que fabricaran instrumentos. Luego, los contrató para que enseñaran a los niños y a otros músicos criollos y mestizos a tocar instrumentos. Después, ya los admitieron como músicos de planta y eso sucedió con esa misma familia durante cerca de 150 años.  

Morales menciona los libros y documentos que se encentran en universidades estadounidenses que muestran repertorio creado en poblaciones de Huehuetenango como San Mateo Ixtatán, Santa Eulalia, Jacaltenango, San Juan Ixcoy y Chiantla. Morales destaca que estos documentos, por el papel, la encuadernación y la escritura dan cuenta que fueron elaborados por población local.  “Tanto la letra como la música muestran que apenas estaban conociendo el sistema de notación europeo. Tienen muchos “errores” que no corresponden a las convenciones de lo que se manejaba en esa época. Estudiando el contexto, hemos constatado que estaban solos, porque a ningún misionero le acomodaba quedarse ahí”. 

Morales también señala que existen dudas en cuanto a quien se ha identificado por algunos historiadores como el primer músico indígena de Guatemala, Tomás Pascual. “Parece que no era local. En cualquier caso, tampoco consta que sea compositor. Podemos demostrar que algunas de las cosas que él escribió es música de la lírica tradicional española de finales del siglo XV. Son cancioncitas españolas a las que les pusieron otras letras y algunas se puede demostrar en otras no sabemos”, recalca.

La simbiosis entre la investigación y el montaje de las obras se ve reflejado en las presentaciones. Morales indica que han sido cientos de obras rescatadas y que con el grupo se han montado poco más de 200. 

En 2019, cuando se cumplieron 15 años de la creación de la agrupación se realizó este video en el que los integrantes hablan de su experiencia.

Tiempo de celebrar

La iniciativa de presentar un programa especial por los 20 años de trayectoria de la agrupación fue del tenor Francisco Ruiz, quien propuso el concepto de Retrospectiva en el que participarán la mayoría de los integrantes que viven en el país. “En el programa hicimos una selección que en buena medida representa la trayectoria del grupo. Obras que han gustado al público en las distintas etapas”, describe el director. 

Los artistas que ya están confirmados para las presentaciones son Ana Amato (tiple 1º), Alejandra Flores (tiple 1º y tiple solo), Amelia Rivera (tiple y tiple 2º),  Andrea Pellecer (tiple 2º y alto), Hembly Magdalena De León (alto), Bera Zepeda (alto), Otto De la Roca ( tenor), Erick Morales (tenor) y Francisco Ruiz (tenor y guitarra barroca). 

Además de Salvador Ovalle (bajo, guitarrilla renacentista y percusión), Daniel Ovalle, (bajo, órgano, flauta, percusión y asistente de dirección),  Brendy Boj (arpa), Corina Valdez (cornetto y flauta), Julio Flores, (viola da gamba y flauta), Lourdes López, (violoncello barroco) y  Omar Morales (director).

Entre los 13 títulos que se van a interpretar se cuentan Arbor decora, de Hernando Franco (1532-1585); Tarará, qui yo soy Antón, de Antonio de Salazar (circa 1650-1715);  Que se anega en la orilla, de Fray Felipe de la Madre de Dios (1626-post 1675); Andrés, dó queda el ganado, de Gaspar Fernández (circa 1573-1629); Sanctus Deus, de Francisco López Capillas (1614-1674), y Lloro por un Niño de oro, de Marcos de Quevedo y Navas (floruit 1662-1717).

Habrá tres oportunidades de ver a Ensamble Prosodia con este repertorio y esta alineación. La primera será el domingo 6 de octubre, a las 17:00 horas, en la Iglesia Episcopal Santiago Apóstol, Avenida La Castellana 40-06, Zona 8. Luego, el domingo 27 de octubre, se presentarán en el Salón de Recepciones del Palacio Nacional de la Cultura y, el domingo 10 de noviembre, en la iglesia San José El Viejo de La Antigua Guatemala. 

Para ver la música de Ensamble Prosodia puede visitar: https://www.youtube.com/@EnsambleProsodia

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