Uno de los lugares más bellos del Centro Histórico de Guatemala es el llamado Paraninfo Universitario, edificio de grandes y bellas proporciones, que sirve de remate urbanístico a la Doce Calle “A”, entre la Cuarta y Segunda Avenida, antiguo Callejón Normal.
La belleza de este edificio, con clara influencia francesa del art decó, estuvo siempre muy cerca mío, ya que mi casa materna estaba ubicada en este callejón de viviendas con cornisas blancas, ventanales a la calle y techos de teja. Para fortuna mía y como algo totalmente fortuito, el vivir en las cercanías de un edificio tan imponente como éste, de alguna u otra forma influyeron en mi estética, razón por la que desde muy niña me gustaba husmear en sus alrededores, aunque un poco de lejos, porque siempre estaba lleno de estudiantes, esos seres “extraños” y “peligrosos” que en los años sesenta organizaban manifestaciones y protestas en contra del Presidente de turno, el General Miguel Ydígoras, precisamente desde las aulas de este Paraninfo.
El Paraninfo fue construido durante la administración del presidente Lázaro Chacón (1926-1930) para albergar a la Escuela de Medicina de la universidad estatal, facultad que funcionó en este campus hasta 1975.
El primer proyecto de construcción de este edificio fue elaborado por el arquitecto José Alcaín, quien presentó su propuesta en 1922. Sin embargo, fue el diseño del arquitecto Carlos Malau el que finalmente fue aprobado para su construcción.
El edificio, de elegantes líneas verticales en dos niveles, se inspiró en los clásicos recintos universitarios europeos, edificaciones que se encontraban rodeadas de jardines, aderezados con estatuas y fuentes, en donde los alumnos podían descansar o repasar placenteramente sus lecciones, en tiempos en que la mayoría de estudiantes vivían en el Centro o en sus alrededores cercanos y se caminaba para llegar al recinto universitario.
El complejo universitario cuenta con un amplio vestíbulo flanqueado por un par de escalinatas curvas, las que conducen al segundo nivel dispuesto con altísimos salones de clase adecuados con pizarrones, pupitres dispuestos en galerías escalonadas elaboradas de madera, así como salones de laboratorio, anatomía, biblioteca, aulas para exámenes y un amplio paraninfo o salón de actos, de donde el edificio tomó su nombre.
Sin embargo, a pesar de lo completo del recinto y de su equilibrada belleza, el arquitecto no previno aspectos futuristas como parqueo vehicular y posibles ampliaciones.
La construcción del llamado Paraninfo estuvo a cargo del arquitecto Guido Albani y el ingeniero Juan Domergue, de quienes se cuenta con decenas de edificaciones del centro de esta ciudad.
El Paraninfo fue uno de las primeras grandes edificaciones que se construyeron después del terremoto del diecisiete, y para su diseño y cálculo se tomó en cuenta los recientes sismos que habían devastado la ciudad, además del uso del cemento nacional, producto recién comercializado en el país.
Actualmente, el cuidado y administración del edificio está a cargo de la Universidad de San Carlos, en donde funcionan dependencias relacionadas con el arte y la cultura, además de la cinema universitaria. Aunque los interiores principales del edificio están mantenidos, los jardines y exteriores que dan a la calle están en un franco descuido. Además, varias edificaciones de factura contemporánea se han ido construyendo en los que antes eran los parques y jardines, estando estas maravillosas instalaciones sub utilizadas sin haberse podido levantar como faro cultural del Centro de la ciudad, como se había prometido.
Muy a menudo vuelvo a visitar el Paraninfo, desde su reja mal dimensionada e inapropiada al estilo centenario de la edificación original. Recuerdo la película El Silencio de Neto donde reconozco el Paraninfo con sus bellos salones y su escalinata.
Veo, también, trascurrir mi infancia: los niños de la cuadra jugando pelota en el callejón, vigilados por las miradas impertérritas de los bustos de bronce y los médicos insignes que lucharon contra las fiebres mortales a principios del siglo pasado; los policías vestidos de celeste, bastón en mano, rodeando el edificio, listos para perseguir a los estudiantes. El humito de las bombas lacrimógenas, las carrozas del Viernes de Dolores saliendo para el desfile de la Huelga, y los seres más queridos, habitantes sempiternos del Callejón, pasando por el Paraninfo, despidiéndose para no regresar jamás.
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