La industria fílmica en sus primeras décadas surgió como una forma única de documentación, capturando con fidelidad casi mágica los movimientos, paisajes y dinámicas de las grandes ciudades en el auge del capitalismo industrial y urbano. Gracias a estas obras, hoy tenemos imágenes invaluables de cómo eran París, Londres o Nueva York a principios del siglo XX, un testimonio de la vida urbana en un momento de gran expansión y cambio.
En Nueva York, el cine se volcó a retratar el dinamismo y la energía de una ciudad que parecía simbolizar el siglo XX. Películas como Manhattan (1921) de Paul Strand y Charles Sheeler documentaron con un estilo casi poético los rascacielos emergentes, los puentes colosales y las multitudes que poblaban las avenidas.
En Metrópolis (1927) de Fritz Lang, aunque la ciudad es ficticia, sus paisajes monumentales y su estética mecanizada evocan las grandes capitales de la época, con sus contrastes sociales y su fascinación por la tecnología. Metrópolis es una obra maestra del expresionismo alemán que representa una ciudad futurista dividida entre las élites que habitan en sus alturas resplandecientes y los trabajadores condenados a la oscuridad de las fábricas subterráneas.
Con el cine sonoro se dio una revolución visual y auditiva combinada. En París, por ejemplo, películas como À nous la liberté (1931) de René Clair mostraban las fábricas y las calles de una ciudad vibrante, donde el humor y la crítica social se entrelazaban con imágenes de una urbe moderna y mecanizada. Londres, por su parte, aparece en obras como Blackmail (1929) de Alfred Hitchcock, que no solo ofrece un relato policial, sino que utiliza los rincones de la ciudad como elementos narrativos, mostrando la dualidad de una capital imperial: monumental y sombría.
El cine negro de las décadas de 1940 y 1950, como El halcón maltés (1941) o Sunset Boulevard (1950), se enfocó en los rincones oscuros de las ciudades, explorando sus sombras tanto físicas como morales. Estas películas reflejaron la urbanización desbordante, la alienación individual y las dinámicas de poder en las grandes urbes estadounidenses.
El término cine negro tiene sus raíces en la expresión francesa film noir, acuñada por el crítico italiano Nino Frank, cuya labor se desarrolló en Francia. Este concepto surgió para describir un estilo cinematográfico caracterizado por su atmósfera sombría, tramas complejas y personajes ambiguos, predominante en las películas estadounidenses de los años 40 y 50. Frank, con su aguda sensibilidad crítica, identificó estas cualidades en películas como Double Indemnity (1944) y The Naked City (1948), cimentando un término que sigue siendo central en la discusión del cine clásico y su influencia en el cine contemporáneo.
Roma, ciudad abierta (1945) de Roberto Rossellini, aunque se sitúa en un contexto de posguerra, captura la textura de la vida urbana en una ciudad marcada por la ocupación y la resistencia. A través de sus calles desgastadas y sus edificios dañados, Rossellini explora el impacto del conflicto en la cotidianidad de una urbe que aún resiste como símbolo de humanidad y esperanza.
Más tarde, Federico Fellini, con La dolce vita (1960), presentó un retrato de Roma en plena modernidad, donde la ciudad se convierte en un escenario de decadencia y glamour, mostrando las tensiones entre tradición y modernidad, espiritualidad y hedonismo.
El cine español ha explorado el tema urbano desde múltiples perspectivas, reflejando las transformaciones sociales, culturales y económicas de sus ciudades. Durante la posguerra, películas como El pisito (1959) de Marco Ferreri y El cochecito (1960) de Luis García Berlanga capturaron las tensiones y la precariedad de la vida urbana en un Madrid marcado por la reconstrucción y las limitaciones del franquismo. Más adelante, la Movida Madrileña inspiró filmes como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) de Pedro Almodóvar, que mostraron un Madrid vibrante y caótico, lleno de color, rebeldía y subculturas emergentes.
Barcelona, con su mezcla de modernismo, toque local y cosmopolitismo, ha sido escenario de películas como En construcción (2001) de José Luis Guerín, que documenta la transformación de un barrio obrero, y Vicky Cristina Barcelona (2008) de Woody Allen, que explora la ciudad como un espacio de encuentros y contrastes.
El cine latinoamericano ha encontrado en la ciudad un escenario cargado de contrastes y posibilidades narrativas, explorando desde la marginación hasta la efervescencia cultural. En Argentina, Sudor frío (1960) y más tarde Pizza, birra, faso (1998) retratan las calles de Buenos Aires como espacios de supervivencia y sueños rotos. El cine de Fernando Solanas, con obras como Sur (1988) y El exilio de Gardel (1985), ofrece una visión poética y crítica de Buenos Aires, retratándola como un espacio cargado de memoria histórica, lucha política y melancolía. Solanas utiliza la ciudad no solo como un escenario, sino como un personaje en sí mismo, cuyas calles y paisajes urbanos son testigos de los sueños y desilusiones de sus habitantes.
En México, Los Güeros (2014) de Alonso Ruizpalacios se convierte en un viaje urbano que recorre las tensiones de una Ciudad de México vibrante, caótica y llena de vida. Inspirada por el minimalismo narrativo de «El dinosaurio» de Augusto Monterroso, la película es tanto un homenaje a la ciudad como una reflexión sobre la juventud y su búsqueda de significado en un entorno urbano cambiante.
Los güeros describe un viaje en el sentido simbólico de viaje iniciático o de pasar de un estado existencial o de conciencia a otro diferentes. La trama tiene un acontecimiento de fondo: una huelga de estudiantes en la Ciudad de México. Y la búsqueda de un músico moribundo conocido de la familia de uno de los protagonistas. Ruizpalacios se vale de «El dinosaurio» para ubicar su película en una atrevida intertextualidad en que la huelga misma puede ser interpretada como el dinosaurio, pero también la situación que ha motivado la huelga.
En el cine chileno, Santiago ha sido retratada como un espacio de tensiones sociales, memoria histórica y búsqueda de identidad. Una obra emblemática es Tony Manero (2008) de Pablo Larraín, que utiliza el Santiago de los años 70, en plena dictadura de Pinochet, como telón de fondo para explorar la alienación y la obsesión de un hombre con la figura de John Travolta. La ciudad se presenta como un escenario opresivo y decadente, donde los sueños individuales chocan con una realidad asfixiante. Santiago también se revela en obras más contemporáneas como No (2012), del mismo director, que retrata la capital como un epicentro de resistencia y transformación durante el plebiscito que marcó el fin de la dictadura.
En Uruguay, Montevideo ha sido el escenario de numerosas películas que exploran su ritmo pausado y melancólico. Un ejemplo destacado es Whisky (2004) de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, que retrata la vida en la capital uruguaya con un tono minimalista y cargado de ironía. Montevideo aparece como una ciudad detenida en el tiempo, reflejo de las vidas de sus personajes, marcadas por la rutina y la falta de conexión emocional. Otra obra notable es 25 Watts (2001), también de Rebella y Stoll, que captura la esencia urbana de Montevideo desde la perspectiva de tres jóvenes que vagan sin rumbo por la ciudad.
Ambos cines, chileno y uruguayo, logran convertir a las ciudades en protagonistas silenciosas, llenas de historias y matices que reflejan las particularidades de sus culturas y sociedades.
Es sabido que la India es el mayor productor mundial de películas, una verdadera super fábrica de industria cinematográfica, el famoso Bollywood. No pueden faltar las ciudades, en especial la enorme Calcuta que sirve como escenario de fondo en muchas películas. Podemos mencionar The Namesake (2006) del director Mira Nair que cuenta el quehacer de una familia norteamericana-bengalí con todos los contrastes de culturas en el océano urbano que es la ciudad de Calcuta.
Un filme singular sobre Calcuta que no es una producción hindú o de Bollywood es City of Joy(1992) dirigida por Roland Joffé, director británico nacido en 1945.Joffé se caracteriza por su enfoque en temas históricos y sociales en diversas partes del mundo y diferentes tiempos históricos combinados con una profunda exploración de las complejidades humanas y los dilemas éticos. City of Joy explora los temas del dolor emocional, redención y lucha por la justicia social, mientras presenta un retrato conmovedor de la vida en los barrios marginales de Calcuta.
El cine desde sus inicios se convirtió en un espejo y un lienzo de la ciudad en constante cambio. No solo documenta las ciudades, sino que también las interpreta y resignifica. A través de sus imágenes, permite que París, Nueva York, Tokio, Calcuta, México, Madrid, Buenos Aires o Montevideo se conviertan en espacios de memoria colectiva, donde los ecos del pasado dialogan con las promesas del futuro. Así, la ciudad filmada trasciende su realidad física para convertirse en un espacio simbólico, un mapa emocional y cultural que revela las esperanzas, los miedos y las aspiraciones de una sociedad en constante movimiento.
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