Cultura bajo asedio en Xela

Convertir lugares cargados de crueldad y sufrimiento en memoriales, parques, centros culturales es un gesto de transformación no sólo física, sino simbólica, que contribuye al bienestar de las personas.

Ana Cofiño

octubre 6, 2024 - Actualizado octubre 5, 2024

Son tan burdas y descaradas las movidas sucias de los mafiosos que a veces dan risa, aunque también pena, ya que sus decisiones afectan a otras personas. Su estilo de actuar todavía conserva rasgos de los regímenes militares dictatoriales: desde discursos fascistoides e hipócritas hasta uso de violencia, además de la inversión de millones de dinero para comprar y silenciar a funcionarios sin escrúpulos.

Si en algún momento se pensó que con la llegada de Bernardo Arévalo a la presidencia se podía superar esos obstáculos, hoy confirmamos el temor a que desde las cloacas estas alimañas siguieran socavando los avances progresistas impulsados desde la sociedad civil. 

Hace poco estuve en Xela y visité el Parque Intercultural, con el cual tuve una agradable impresión, no sólo por todo lo que ya están haciendo, sino por lo que desean y pueden hacer. Ese espacio, que en los años treinta albergó a la estación del Ferrocarril de los Altos, más tarde, durante la guerra contrainsurgente, pasó a ser la zona militar utilizada como centro de detención y torturas, hoy, felizmente, está funcionando como un Centro Intercultural que ofrece exposiciones y actividades interesantes, innovadoras, y está abierto para todas las personas. La asociación que lo preside, y que ha reanimado el espacio, está encabezada desde 2023 por Donald Urízar, representante de la sociedad civil organizada en la Mesa de Concertación de Occidente. 

Convertir lugares cargados de crueldad y sufrimiento en memoriales, parques, centros culturales es un gesto de transformación no sólo física, sino simbólica, que contribuye al bienestar de las personas. No se trata de borrar el pasado, sino de honrar a las personas damnificadas y aportar elementos para la historia del país. En el caso del Parque Intercultural de Quetzaltenango, como dije en otro artículo, pude ver una exposición de fotografía, una biblioteca, los antiguos hangares de los ferrocarriles que este año albergaron la feria del libro y el macabro sótano donde los militares perpetraron atrocidades, ahora incorporado a programas de dignificación de la memoria.

Hace unos días, el 30 de septiembre, el gobernador de Quetzaltenango, Aldo Herrera Scheel, se presentó en dichas instalaciones, acompañado de policías y soldados, para informar que un nuevo presidente de la Junta Directiva había sido nombrado, violando todos los reglamentos que exigen llevar a cabo asambleas, someter las decisiones a votación, respetando los acuerdos. Desde la firma de los Acuerdos de Paz se estableció un compromiso de transformar la ex brigada militar Manuel Lisandro Barillas en un espacio cultural y deportivo, pero como sabemos, la cultura no está entre los intereses prioritarios de la gente corrupta. El deporte sí, porque es otro de sus negocios.

Estación del Ferrocarril de los Altos, Quetzaltenango, 1930, hoy Parque Intercultural.

La prepotencia que asumen quienes tienen alguna dosis de poder es la máscara de quien se sabe mezquino y ruin. Así se ve este funcionario que tiene pendiente resolver acusaciones en su contra, relacionadas justamente con sus intereses personales en dicho lugar y con su conducta misógina.

Esa calaña de personajes no aprecia las artes ni las obras intelectuales, se jactan de su ignorancia y la demuestran con creces. Generalmente son machistas que desprecian a las mujeres. Y se llenan la boca de salmos y alabanzas que sólo aumentan el nivel de ridiculez que encarnan. Desgraciadamente abundan, y abusan a sus anchas porque cuentan con redes de impunidad que los apoyan, sea con capitales o con armas. 

La cultura que se implantó con las políticas neoliberales trajo consigo no sólo la banalidad, sino la competitividad que implica, muchas veces, pasar por encima de la ética con tal de hacer dinero. Además, esa cultura promueve el olvido, el desinterés por el pasado, la negación de la verdad. Parece que eso es lo que está detrás del intento de desalojo que el gobernador llevó a cabo la semana pasada, con apoyo de representantes de empresarios a quienes la cultura también les viene del norte.

Quién sabe cómo se podrá convencer a las clases poderosas de que la Cultura, entendida como el campo donde las capacidades, la inteligencia, la creatividad, pueden desarrollarse y concretarse en manifestaciones que enriquecen el espíritu y promueven el bienestar, es una buena inversión. No porque traiga ganancias financieras sino porque restituye las heridas, facilita el entendimiento, estimula el intercambio y la colaboración.

Fomentar el pensamiento crítico, ofrecer condiciones para los aprendizajes, facilitar los encuentros es necesario para que la juventud no huya, para que nuestras capacidades se potencien y para que el odio y la mediocridad no hagan presa de la sociedad. Ojalá el Presidente Arévalo sea de los pocos lectores que me leen…

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