Algo

Observo las distintas formas de rebeldía y de seguir avivando la llama de la dignidad. Aunque las condiciones sean adversas para la mayoría de personas, hay una riqueza cultural que expresa los anhelos de la gente.

Ana Cofiño

febrero 9, 2025 - Actualizado febrero 8, 2025

Nadie mejor para conducirnos por el laberinto del lenguaje que doña María Moliner, autora del Diccionario de uso del español, quien asocia el pronombre indeterminado ‘algo’ a “una cosa cualquiera”, o una cantidad, pequeña o grande; también lo relaciona con el misterio, lo intuido, la sospecha: “siento algo” decimos cuando no sabemos expresar eso que nos conmueve; o “por algo pasan las cosas”, frase filosófica imprescindible. ‘Algo’ es un auténtico multiusos.

Son las diez y media de la mañana y no logro escribir ‘algo’ que me salga del alma y que también signifique ‘algo’ para quienes lo lean. He notado en otras ocasiones que un ‘algo desconocido’ conduce mi mano sobre el papel, sin que yo sepa muchas veces a dónde me lleva. Hoy ese ‘algo’ apenas se insinuó, para luego alejarse y dejarme en el abandono.

Esta semana ha predominado en los medios la sombra amenazante de una bestia monstruosa, encarnada en un tipo sin más atributos que la voracidad, el machismo, la fanfarronería. Dirán que para llegar donde está, es porque ‘algo tiene’, y sí, efectivamente, tiene harto dinero, fuerza, armas, relaciones y apoyo incondicional de quienes prefieren no pensar. Su discurso racista, homofóbico, banal, recuerda al de muchos dictadores y tiranos que han pasado haciendo tanto daño por la historia.

Parece que el modelo actual de hombre dominante se ha reducido a fantoches ignorantes, sin escrúpulos, groseros, que no tienen ni pizca de humanidad. Así el que vocifera, como el que se disfraza, el que reza y se da golpes de pecho, como el vicioso que acosa a las mujeres, todos son impresentables.

 Ante semejante panorama mundial, es preciso buscar a qué aferrarse, para no sucumbir en el pantano de la desesperanza. ‘Algo’ que nos mueva y nos reúna, que nos inspire y nos de fuerzas para seguir construyendo una convivencia armónica, que hoy parece sueño o utopía. Los retos a los que nos enfrentamos como sociedad son: fortalecer las redes de cuidado, las organizaciones sociales, los espacios de encuentro y creación; restablecer los ecosistemas, recuperar nuestras tierras y semillas, limpiar las fuentes de agua; revalorar nuestra historia, conservar las memorias, practicar nuestros idiomas, y ampliar nuestras miradas.

 Estoy pensando en las resistencias que se han mantenido como reservas desde siglos, guardando los idiomas, transmitiendo saberes, cuidando a la descendencia y a la naturaleza. Observo las distintas formas de rebeldía y de seguir avivando la llama de la dignidad. Aunque las condiciones sean adversas para la mayoría de personas, hay una riqueza cultural que expresa los anhelos de la gente. Desde distintas prácticas y espacios, encontramos comunidades políticas que se niegan a aceptar las injusticias y la destrucción, pueblos heroicos que tienen el valor que requiere enfrentar a los poderes, mujeres potentes que detienen la violencia, estudiantes que demandan sus derechos. Todo eso pasa, muchas veces, al margen de las noticias.

El escritor británico John Berger (1926-2017), a quien admiro profundamente, a menudo nos llama la atención sobre lo que no vemos, lo que subyace: “El orden visible al que estamos acostumbrados” -dice- “no es el único: coexiste con otros.”  Es así: en medio de este caos, hay otros órdenes que siguen su curso, aunque no los percibamos.  Pienso en las comunidades kurdas, por ejemplo, que sobreviven organizadas en sus territorios en guerra.  

Vuelvo a citar a Berger: “… el primer paso en la construcción de un mundo alternativo ha de ser rechazar la imagen del mundo que nos han impuesto y todas las falsas promesas empleadas por doquier para justificar e idealizar la necesidad, criminal e insaciable, de vender.” Como trabajadoras, como madres, como amigas y compañeras, como creadoras, tenemos la tarea de sostener las ideas y prácticas que promueven la colaboración, la solidaridad, el apoyo mutuo. Necesitamos construir el escudo de amor que nos proteja de la avalancha de odio.

Aunque a veces me siento perdida, tengo que agradecer que siempre aparece ‘algo’ que me ayuda a continuar: la esperanza, la fe en que esto pueda cambiar. Estoy convencida que las propuestas de paz, de bienestar, de justicia y libertad que compartimos millones de personas, contribuyen para salir del brete en que nos encontramos. Frente al negocio de la guerra y la muerte, proponemos el cuidado como motor del bienestar. Y en este sentido, todas las personas tenemos ‘algo’ que aportar.

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