Un poco antes de la pandemia, enero de 2019, coincidimos con mi amigo gallego Leandro Ruíz en la Ciudad de México. Y fue inevitable que paramos en El Tenampa. Teníamos tiempo de no vernos desde un congreso de relaciones iberoamericanas y cultura en Madrid. Leandro había llegado para participar como conferencista en diversas instancias como el Encuentro Internacional del Mariachi y la Charrería que se organiza en la Ciudad de Guadalajara. Es un hombre múltiple: académico, escritor y musico. Yo asistía para dar una conferencia sobre la vida y obra de Árqueles Vela y la novela vanguardista iberoamericana. Y de cajón: sobre la subversión de los géneros en la dualidad de crónica y ficción, el mundo de los etcéteras. Él, por su parte, expondría una ponencia sobre la bifurcación de la música de mariachis: la vía urbana o Mariachi Moderno y la rural o Mariachi Tradicional, presentando como paradigma la canción de José Alfredo Jiménez Las ciudades.
Recuerdo a Leandro recorrer el texto de la canción con sus respectivos comentarios. Su tesis era que los dos tipos de mariachis eran parecidos en la forma, pero distantes en la esencia porque se trataba de una transculturación en la migración del campo a la ciudad en México.
Y tuvimos nuestra noche en el templo del mariachi, El Salón Tenampa, fundado en 1925 por Juan Indalecio Hernández y Amalia Díaz, esposos y socios. Ellos tenían una cantina con venta de comida en Jalisco y decidieron abrir sucursal en la Ciudad de México. La abrieron en la calle de Honduras y la Plaza Garibaldi, al norte del Centro Histórico. Así surgió El Tenampa que viene del idioma náhuatl entre muros. En los cuarenta coincide el esplendor del Tenampa con el auge de la cinematografía mexicana que entonces producía películas llamadas rancheras por el tema y la música de mariachis.
El Tenampa fundado por la pareja jalisquense de la población de Colula había dado a la música de mariachis un lugar en Ciudad de México con la presentación de los hoy emblemáticos e históricos mariachis de Concho Andrade y el de Cirilo Marmolejo, a los que se unió después el Vargas de Tecalitlán, acaso el primer grupo de mariachis fundado en aquella población de Jalisco hacia 1890 por un tal Gaspar Vargas.
La armonización e integración de tres diferentes tradiciones sonoras, indígena, española y francesa, se hizo un connubio musical en la orquesta de mariachis, según Leandro. La palabra mariachi se derivaría del francés mariage que significa matrimonio y era la manera en que los ocupantes franceses durante el periodo de Maximiliano de Austria proferían cuando querían escuchar música que regularmente se tocaba en las fiestas matrimoniales. Puedo imaginar un par de oficiales franceses bebiendo en algún lugar de México y pidiendo música en vivo con la palabra ¡mariage!
Además, a los franceses se podría acaso reconocer la inclusión del violín en los grupos de música popular, asegura Leandro Ruíz en un ensayo publicado en Itamar, revista de investigación musical. Leandro se opone a la tesis de que la palabra mariachi aparece en documentos de 1832 y sería una especie de madera utilizada en la construcción de tablados donde se bailaba al compás de algún grupo musical. Esa gente no sabe un comino de etimologías, me advierte en relación con aquellos tablados y la madera usada.
Leandro es también compositor y un buen interprete de trompeta. Incluso ha tocado en grupos de mariachis en España. Su más reciente composición la intitula Afuera del Paraíso y es una alegoría, aunque bastante directa, a la relación entre El Tenampa, que sería el paraíso, y la Plaza Garibaldi que sería precisamente el espacio “fuera del paraíso”. El título y texto de esta ranchera compuesta por un profesor gallego pretende contar la convivencia de dos mundos que excluidos mutuamente sin embargo se complementan: la plaza y el espacio cerrado del Tenampa y otros bares aledaños a la Plaza Garibaldi.
“El paraíso lo entiendo como la propia casa de uno”, me explicaba y daba cuenta de las persecuciones de la policía a los músicos en los años veinte y aún treinta del siglo pasado. Una época dura para la música de mariachis que ahora forma parte de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO. Leandro ha publicado también una biografía documentada y comentada de Rubén Fuentes (1926-2022), compositor, virtuoso y violinista creador del bolero ranchero y el bolero moruno. Sin Fuentes no hubiera habido un Javier Solís, repite cada vez que nos vemos e incluso en conversaciones telefónicas de larga distancia.
Elmer Mendoza afirma que el narcocorrido actualmente es la música que mejor representa a México ante el mundo y que ha desplazado incluso a los mariachis. Las razones dadas por Mendoza son la ascendente popularidad del narcocorrido y el hecho que reflejen una especie de conciencia social. O sea: el narcocorrido es un reflejo del México actual. Leandro asiente con un movimiento de cabeza y levanta su copa de tequila invitando a un brindis.
“¡Por México!”, me dijo Leandro. Incontables veces. Chocábamos las copas. Le dije entonces que el escritor murciano Arturo Pérez-Reverte en la feria del Libro de Guadalajara había afirmado tajantemente que un país como México se entendía mejor con Los Tigres del Norte que por los más sesudos intelectuales o los novelistas de más éxito. Mentalmente recuerdo el texto de la nota de prensa que cita a Pérez- Reverte:
“Este país tiene una realidad tierna y violenta, dura y familiar, trágica y feliz, y el corrido y el narcocorrido norteño es el que mejor la ha definido. Élmer Mendoza y yo somos pinches escritores que necesitamos 500 páginas para contar lo que Los Tigres del Norte cuentan en tres minutos y medio”.
Le referí aquella vez a Leandro que los mariachis en Guatemala comenzaron a popularizarse en la década de los cincuenta. Eran músicos más bien callejeros que tocaban en el ahora llamado Paseo de la Sexta donde recibían pagos espontáneos y eran contratados para serenatas y fiestas. Pero los dueños de almacenes comenzaron una campaña para alejarlos pues consideraron que hacían mucho ruido y alejaban a los clientes. Por intervención de un alcalde, los mariachis recibieron un permiso para concentrase y tocar en la concurrida Plaza España, al sur de la ciudad. Pero de nuevo, esta vez los vecinos, se quejaron de bulla, alcohol y mal ambiente social a altas horas de la noche. Nuevamente fueron alejados, esta vez al sector conocido como El Trébol en lo que eran entonces las afueras de la ciudad.
Los mariachis guatemaltecos son una mezcla de músicos profesionales y aficionados que pueden ser oficinistas, empleados de almacenes y hasta policías que ven en el ejercicio de tocar con mariachis un ingreso extra. Y de nuevo las limitaciones, un funcionario del gobierno de turno en los años setenta se le ocurrió prohibirles el uso de los charros por ser sombreros no guatemaltecos y según este miope funcionario afectaría la identidad nacional. Así que estuvieron algunos años tocando sin charros y usando sombreros de petate.
Concluimos que la canción de Leandro Afuera del paraíso referida al Tenampa era aplicable a otros lugares de América Latina, aunque la Plaza Garibaldi no está ahora amenazada por alcalde o funcionarios que quisieran desalojarles o limitarlos. Más bien son parte casi obligada del paisaje urbano de la gran Ciudad de México.
Le he comentado si cree que las rancheras son machistas, algo que rechaza, aunque aceptando que puede haber temas machistas como en toda la cultura mexicana y por extensión latinoamericana. Hizo una especie de apología para describir las creaciones de José Alfredo Jiménez como el triángulo equilátero formado por el amor, la mujer y el alcohol. Mencionó luego de paso a cantantes mujeres como Lola Beltrán, Chavela Vargas y las dos Rocíos, Jurado y Durcal. Agrega en seguida a Lila Downs. Si hay machismo es el del macho vencido, el hombre que ha aceptado su derrota en el amor o en la vida. Y siempre mucho alcohol, me dijo muy convencido. “Llegó borracho el borracho…”, le hice la broma. Respondió tarareando que “al fin de tu camino comprenderás tus males sabiendo que nacimos para morir iguales…”.
Entonces sucedió algo inusitado. Acompañado de un sequito, como si fuera un verdadero rey, entraba Vicente Fernández al Tenampa. Leandro lo reconoció de inmediato y se levantó a saludarlo. Un sorprendido Chente oyó la improvisada salutación de mi amigo:
“Que honor saludarlo, después de Octavio Paz usted Don Vicente es la personalidad mexicana que más respeto…” Se hizo un silencio casi lúgubre, se acercaron dos meseros. Percibí tensión y que Leandro no estaba consciente de su regocijo, sin duda propiciado por el tequila. Se me vino a la cabeza la canción Me sacaron del Tenampa y casi creí oír la voz de Cornelio Reyna cantándola a todo pulmón. Me invadía también la mente el tema de Leandro, Afuera del Paraíso, pensando que pronto nos echarían y estaríamos en la Garibaldi.De nuevo emanaba por las nubes de mi cráneo mojado de tequilas el tema Las ciudades de José Alfredo y muchas imágenes: el mismo José Alfredo junto a Chavela Vargas libando hasta la inconsciencia en El Tenampa. Entonces Vicente Fernández dijo por fin algo que no puedo dejar de transcribir: “¿Y quién chingados es ese Octavio Paz?” y se fue caminando a la mesa de honor que le tenían reservada. No nos echaron, no pasó nada después, pero le bajamos al tequila y al rato nos fuimos del Tenampa.
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