Fotos: eP Investiga.
También conocida como Carrera de Gallos o de Caballos, la leyenda local narra que, tras la llegada de los españoles y la introducción de los caballos en la región, los pobladores indígenas inicialmente desconocían cómo montar estos animales. Sin embargo, un grupo decidió aprender a cabalgar, desafiando las prohibiciones impuestas por los colonizadores.
La población local cuenta que estos hombres lograron dominar la equitación y, en un acto de rebeldía, escaparon montados en caballos, simbolizando su resistencia y deseo de libertad. Esta hazaña se conmemora anualmente en la Carrera de las Ánimas, donde los jinetes, con trajes tradicionales, realizan la carrera en estado de ebriedad.
La carrera no es una competencia en el sentido convencional; no hay ganadores ni premios materiales. Los participantes, conocidos como «animadores», corren de un extremo a otro del recorrido, una y otra vez, sin descanso, en un acto que simboliza la conexión entre los vivos y los muertos, y el ciclo eterno de la vida.
Los jinetes visten el traje ceremonial de Todos Santos Cuchumatán, que incluye sombrero con plumas de colores, pañuelos coloridos y cintas rojas, y montan caballos que les son entregados el mismo día de la carrera, lo que añade un elemento de riesgo y emoción al evento.
Para los pobladores, la Carrera de las Ánimas es más que una tradición; es una expresión de identidad y resistencia cultural que ha perdurado a lo largo de los siglos, tanto, que ni siquiera los locales tienen certeza del año en que inició. Cada año, la comunidad se reúne para honrar a sus ancestros y celebrar su legado en una festividad que combina historia, leyenda y devoción, manteniendo viva la esencia y las creencias del pueblo de Todos Santos Cuchumatán.