Paz o exterminio

Raúl de la Horra     junio 8, 2024

Última actualización: junio 7, 2024 8:33 pm
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Vivimos tiempos azarosos que no presagian nada bueno. Quién diría hace apenas dos años, inmersos como lo estábamos en una pandemia trágica que mató a tantas personas en el mundo, que dos años después estaríamos respirando los vientos de una posible confrontación nuclear entre los siempre pacíficos y civilizados norteamericanos apoyados por los serviciales y obedientes europeos, y los siempre salvajes y buscapleitos rusos y chinos, confrontación que corre el riesgo de acabar con la humanidad entera. En este escenario es posible discernir la diferencia digamos esquizofrénica que hay entre los discursos de paz y de concordia vertidos por el imperialismo norteamericano desde finales de la segunda guerra mundial, y la realidad de su desempeño político y militar en todos estos años centrado en el más cínico intervencionismo.

Es otro ejemplo del desfase que hay entre lo que se dice y lo que se fabrica, entre la apariencia de los discursos del primer mundo que, por un lado afirman encarnar y defender cierta idea de democracia, y por el otro, las decisiones en gran medida violatorias de la soberanía de los países del tercer mundo -donde se encuentran los recursos que ellos necesitan-, que en la práctica no hacen sino evidenciar la naturaleza sibilina e hipócrita de sus prédicas que poco o nada tienen que ver con la realidad. No todo lo que brilla es oro y las apariencias suelen engañar, es por ello que mi objetivo con estos artículos es invitar al lector a ser curioso y crítico, a abrirse y no plegarse ingenuamente a las apariencias o a los virus que nos inyectan los medios de información no independientes.

Los personajes que representan poder sea económico, político, religioso, mediático, artístico, militar, administrativo o lo que sea, tienden a creerse sus peroratas y nosotros tendemos a tomar por buenos sus criterios y afirmaciones. Nunca pensamos o nunca imaginamos que detrás del personaje que ellos se han fabricado con la pretensión de tomarse en serio, hay un hombre o a menudo un hombrecito o mujerzota lleno o llena de miedos y contradicciones, con obsesiones y complejos nada fáciles de llevar, cuyos valores y creencias están condicionados por todos esos accidentes internos producto en gran medida de su experiencia personal, de sus aprendizajes, de su herencia genética, de su historia familiar, social y cultural, producto de sus miedos irracionales, pero sobre, todo de su contexto.

Cuando yo trabajaba en París dando clases de español a los cuadros técnicos y administrativos de la fábrica de automóviles Renault que la Dirección enviaba a sus fábricas en Argentina o de México, me tocó una vez darle clases privadas al vicepresidente general de la empresa, que era tanto como estar trabajando para el brazo derecho de Napoleón Bonaparte, por el nivel en que este hombre se relacionaba. En otras condiciones, en mi contexto habitual, yo jamás me habría topado con él, ni él conmigo. Lo fantástico es que, al cambiar de contexto, él tuvo que adaptarse a mi mundo. De pronto ese señorón se volvió humilde y temeroso ante su profe, y se comportaba como un chiquillo que temía recibir una reprimenda por no saberse la lección. Quien tenía el poder en ese contexto, era yo. El tipo era simpático y divertido como persona, aunque fuera del aula, era un jefe distante, temido y admirado.

Entonces aprendí otra modalidad más, además de mi experiencia en países que me habían pintado como en realidad no eran, y de mi trabajo como psicoterapeuta, a no fiarme fácilmente de las apariencias. La edad también aportó su dosis de capacidad crítica, de manera que hoy, cuando veo en la televisión española, francesa y alemana, tanto nacional como privada, la sarta de imbecilidades que regurgitan diariamente para defender a Israel por el genocidio que está perpetrando, y sobre todo, cuando esos hombrecitos de paja se hacen eco de los delirios esquizofrénicos de la mayoría de políticos que obedecen a pie juntillas a Washington asegurando que los rusos vendrán pronto a comernos vivos y que por eso hay que armarse hasta los dientes y darle miles de millones de Euros al comediante que administra el país más corrupto de Europa, porque la paz solo se logrará según ellos a través de la guerra total, yo me emputo, me entristezco, voy al baño y vomito. Ustedes perdonen.

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