Estamos hypno-idiotizados

Raúl de la Horra     abril 27, 2024

Última actualización: abril 26, 2024 7:53 pm
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Aunque solemos pensar que el estado hipnótico es una situación excepcional en la vida cotidiana, en realidad es al revés, se trata de un estado espontáneo y natural de conciencia en el que, debido a un acto de sensibilización o de fragilidad emocional, ponemos automáticamente en suspenso y sin quererlo (en el caso de la hipnosis clínica y de espectáculo sí es un acto voluntario) nuestras capacidades críticas. Se da entonces una focalización de la atención hacia sensaciones e ideas que impregnan fuertemente nuestra imaginación sin que podamos cuestionar su veracidad o consistencia, toda vez que estamos momentáneamente desconectados casi por completo de los procesos mentales de conciencia que permitirían tener cierto control y mantener un equilibrio cognitivo ante lo que está sucediendo.

Lo cierto es que todos estamos hipnotizados inconscientemente de mil formas y a mil niveles de profundidad a través de nuestros padres, de la educación, de las experiencias vividas y, sobre todo, a través de los medios de información de la sociedad, que son quienes nos implantan o sugieren las ideas y valores que vamos interiorizando y que se convierten en filtros a través de los cuales percibimos el mundo y regimos nuestras vidas. Hemos sido y seguiremos estando hipnotizados o influenciados para bien y para mal, es decir, hay estados hipnóticos que nos ayudan a crecer interiormente, a desarrollar nuestras capacidades y a darle a la vida un sentido satisfactorio. Sin embargo -y tengo la impresión de que es un fenómeno aplastantemente mayoritario- hay también en nuestra experiencia individual un sinfín de sugestiones nocivas innecesarias que hemos o han instalado en nuestro cerebro tales como prejuicios, ideas estúpidas, intolerancias diversas, racismos y clasismos, coronados todos con el aura de la ignorancia, lo que nos proporciona “buena conciencia” y nos convierte en atrevidos y cínicos al transformar la estulticia en virtud.  

Al hablar de hypno-idiotización, me refiero entonces al hecho de que cada vez más, la suspensión de nuestras capacidades críticas inducida sobre todo por los medios propagandísticos más retrógrados de la sociedad, nos aleja años luz de la cercanía con lo humano y con una visión integral del universo, para conducirnos a lo que desde un punto de vista objetivo sería  un estado de escisión de la conciencia o “falsa conciencia”, aunque desde el punto de vista subjetivo, produciría paradójicamente lo que llamamos “buena conciencia”, la cual se ilustra a través de la maldita manía de observar la paja en el ojo ajeno, siendo incapaces de percibir la viga atravesada en el propio. Falsa conciencia, pues, porque nuestra mente está parasitada por ideas, creencias y suposiciones simplistas que deforman el mundo y que lógicamente nos impiden percibirlo en su complejidad, lo que nos conduce a pensar, sentir y actuar de formas que no contribuyen al equilibrio personal, ni a la armonía familiar, ni a la sana convivencia con nuestros semejantes. Como fenómenos de patología social derivados de la idiotización hipnótica, yo citaría, entre otros, el rencor, el odio, la invención del enemigo, el ansia de venganza, etcétera.

¿Pero, cómo es el mundo en realidad? ¿Es posible tener una mirada objetiva sobre él, si estamos tan condicionados (o encarcelados) por nuestra circunstancia, por nuestros prejuicios y emociones, por nuestros estados de ánimo, por nuestra subjetividad? Por supuesto que es posible, en la medida en que no lancemos la racionalidad por la ventana y logramos cultivar la humildad que aporta la conciencia de no saberlo todo, aunado a la curiosidad y al instinto de desentrañar los misterios que nos rodean. La ciencia es un proceso acumulativo e interminable de conocimientos que nos acercan cada vez más a la fabricación de modelos o mapas que permiten navegar cada vez mejor por las aguas de la realidad, aunque nunca podremos tener una representación absoluta y total de ella. En cambio, la idiotización vertiginosa a la que hemos estado sometidos desde el final de la pandemia ha introducido en nuestras mentes la aceptación pasiva de una inevitable lucha de poderes entre Oriente y Occidente, lo que está llevando a la humanidad al peligro de extinción. Es lo que se comprueba de manera flagrante con lo que Occidente está fraguando contra Rusia y China, y con lo que Israel está perpetrando en Palestina. Pero de todo esto, de la masificación de la idiotización, hablaremos la semana próxima.

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