Los años de persecución
y terror
para los hombres de Dios

Al menos cuatro religiosos belgas viajaron a Guatemala
en las décadas de los setenta y ochenta.
Años más tarde, sufrieron del lado de la población oprimida.

Cristian García – ePinvestiga.com

En los primeros años de los ochenta Walter Voordeckers, Ward (Eduardo) Capiau, Serge (Sergio) Berten y Paul (Pablo) Schildermans sufrieron amenazas, intimidaciones, secuestros, torturas y la muerte. Los religiosos eran señalados de ayudar a la guerrilla y a cualquier grupo subversivo en el sur de Guatemala, específicamente en el departamento de Escuintla.

A través de la teología de la liberación –la cual exige un lugar preferencial a los pobres–, los religiosos belgas comenzaron a involucrarse con las comunidades de Escuintla, dándoles el espacio que la iglesia católica les negó durante la Colonia.

Tres de los sacerdotes se unieron al Comité de Unidad Campesina (CUC) durante su misión en Guatemala.

Según Rafael González, integrante del CUC en la Costa Sur guatemalteca y testigo en el juicio en Bélgica por la desaparición forzada, secuestro, tortura y asesinato de los religiosos, el padre Walter utilizaba su púlpito para transmitir su mensaje en favor de los campesinos desfavorecidos y en sus homilías buscaba concientizar a la población de los abusos de los cuales eran víctimas.

Berten fue el más involucrado en la parroquia de Santa Lucía Cotzumalguapa, ya que a través de las reuniones religiosas se volvió un activista por el pueblo, recuerda González. Ahí en la iglesia se comenzó a hablar de la organización que, a la postre, daría vida al CUC.

Aunque González reconoce que el padre Walter solamente prestaba la iglesia y llamaba a la conciencia desde las homilías, Berten sí se involucró más y junto con estudiantes de la Universidad de San Carlos daban capacitaciones a los integrantes del CUC.

Daniel Pascual, dirigente del CUC, señaló que los sacerdotes colaboraban con la elaboración de la propaganda, ya que alguna se realizaba a mano y ellos tenían una letra muy clara; además, en algunos casos, los religiosos elaboraban los dibujos que se incluían en los boletines.

Foto por: Luis Felipe Banegas

Silencio

El 2 de septiembre de 1939, en Turnhout, Bélgica, nació Walter Voordeckers, quien a sus 21 años hizo sus primeros votos en la Congregación del Inmaculado Corazón de María (CICM) y cinco años más tarde se ordenó como sacerdote.

Voordeckers llegó a Guatemala como misionero en 1966, donde se incorporó a las tareas pastorales en Escuintla. Llegó como vicario a la finca Concepción y después, en los años setenta fue reasignado como párroco de la parroquia de Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla para atender a las comunidades de campesinos junto a Serge Berten.

Durante su trabajo eclesial, Voordeckers estuvo muy de cerca con los comunitarios que trabajaban en los ingenios azucareros y en 1976 fue señalado por donar alimentos a los trabajadores que permanecían en huelga en el Ingenio Pantaleón, el ingenio azucarero más importante de Guatemala. Los trabajadores querían mejorar sus condiciones laborales y salarios.

Según uno de los testigos ante la Comisión de Esclarecimiento Histórico, esas acciones llevaron a la población a considerar al padre Walter uno de los mejores defensores de los derechos de los trabajadores, pero también motivaron a que los empresarios de la época buscaran venganza en contra de “los responsables de la huelga”.

En 1979 pintaron en las paredes de la casa parroquial “Walter, vete home”, “Curas Comunistas Extranjeros”. Estos mensajes fueron firmados por el Ejército Secreto Anticomunista (ESA), una organización que operó en Guatemala y El Salvador durante el conflicto armado para ejecutar asesinatos selectivos de los servicios de seguridad guatemaltecos. Además, en otra de las paredes estaba escrito “Walter comunista con sotana, el ESA te busca”.

Desde esa fecha Voordeckers supo que era perseguido, y pese a las sugerencias de amigos, familiares y feligreses de Santa Lucía Cotzumalguapa para que saliera de Guatemala, el padre Walter decidió quedarse en el país diciendo que si iba a morir, sería derramando su sangre en el municipio guatemalteco y no huyendo por cobardía.

En febrero de 1980 se dio el gran paro general de la costa sur iniciado por los trabajadores agrícolas, lo que supuso un incremento de las tensiones entre la población y las fuerzas militares, por lo que también comenzaron los ataques a la iglesia.

Voordeckers solía decir que lo querían matar y que él no dejaría que lo torturaran: “Ellos quieren matarme y me matarán, pero si quieren arrastrarme huiré, prefiero que me fusilen a que me secuestren”, habría dicho el sacerdote, según consignó en su tesis el misionero Mario Trinidad, quien salió de Guatemala por la falta de condiciones de seguridad de la época.

El 11 de mayo de 1980 Voordeckers pasó una mala noche porque a las 21:00 horas dos hombres desconocidos le pidieron administrar los santos óleos a una mujer gravemente enferma en un hotel a cinco minutos de la parroquia.

Voordeckers se hizo acompañar de otro sacerdote y al llegar al hotel no había ninguna mujer. Los hombres señalaron que estaba en el siguiente pueblo, por lo que los padres decidieron no ir y regresaron a la casa parroquial.

El 12 de mayo de 1980, tras ir a la oficina de correos a entregar una carta, dos policías intentaron secuestrarlo, por lo que Voordeckers intentó escapar, pero fue asesinado de siete disparos por otros dos hombres que lo esperaban más adelante.

Para el funeral de Voordeckers alrededor de 10 mil personas, 46 sacerdotes y dos obispos estuvieron presentes en la misa fúnebre.

Defensa

Ward (Eduardo) Capiau nació el 7 de enero de 1950 en Opbrakel, un pequeño poblado de no más de 8 kilómetros cuadrados ubicado al noreste de Bélgica, donde creció en una familia conformada por nueve hijos.

Después de estudiar la secundaria y por un año temas relacionados a la filosofía, decidió a sus 22 años unirse a la Congregación del Inmaculado Corazón de María (CICM).

Junto a Serge Berten (otro seminarista belga) escribieron su carta de intención para viajar a Guatemala y continuar su formación cristiana. Capiau en esta carta explicó la importancia de tener contacto “con las personas a las que quería dedicar su vida”, aclarando que creía que esa era la mejor escuela para saber qué esperaba la gente de él y cómo dar un mejor testimonio del evangelio.

Pese a la oposición entre el sector más conservador de la CICM, Capiau fue enviado a Guatemala en 1975 para formar parte del equipo eclesial de Escuintla, donde se dedicó a trabajar con los barrios pobres y la conformación de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB).

Al escuchar las injusticias que se cometían en contra de los trabajadores de los ingenios de azúcar, café y algodón, Capiau buscó las raíces de la injusticia y se involucró con el Comité CUC.

Tras estar activo por un tiempo en el CUC, el seminarista Capiau decidió unirse al Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) y en 1979 renunció a la Congregación que lo llevó a Guatemala.

Capiau fue un miembro activo en la guerrilla, donde realizaba labores logísticas, de capacitación, organización, labores defensivas y desarrollo de casas seguras. Esa vinculación lo puso en el radar de las fuerzas militares y en 1981 fue asesinado.

Pese a las dificultades de vivir en la selva y huyendo del Ejército, Capiau no quería preocupar a sus padres, y el 25 de agosto de 1981 comenzó a escribir una carta –-a máquina–- en la que decía que disfrutaba de la hermosa naturaleza; terminó de redactar la misiva con su propia letra el 13 de octubre del mismo año, mientras huía.

En esta carta –publicada en la tesis escrita por Trinidad– reconoció que sabía que estaba en peligro, pero se cuestionó de qué servía su seguridad personal comparada con el sufrimiento del pueblo, por lo que decidió permanecer en Guatemala.

Su último acto de compromiso con la defensa de los abusos militares se dio el 22 de octubre de 1981, cuando las fuerzas armadas lo emboscaron a él y un contacto en San Lucas Sacatepéquez. Trinidad cuenta en su trabajo de tesis que Capiau decidió cubrir con su propio cuerpo a su camarada y falleció víctima de los disparos que recibió.

Capiau falleció, pero las autoridades del CICM no quisieron reconocer su cuerpo por temor a sentirse vinculados con la guerrilla y ser víctima de represalias, por lo que fue enterrado como XX en Antigua Guatemala.

Después se conoció que Capiau había tenido una novia y estaba embarazada, por lo que luego de unos meses nació su hijo. Según el seminarista Mario Trinidad –-quien logró escapar de Guatemala–, la familia de Capiau se mantenía en contacto con su nieto, pero desde entonces no existen más reportes sobre la familia del religioso belga.

Desaparición

Menen es una ciudad de alrededor de 33 kilómetros cuadrados, ubicada al sur de Bélgica; en esta comunidad nació el 13 de julio de 1952 Serge (Sergio) Berten, quien creció en una familia dedicada a la agricultura.

Berten estudió la secundaria y decidió tomar algunos cursos de filosofía en el Instituto de Educación Episcopal de Katho, un colegio católico de Flandes, Bélgica. Posteriormente, en 1972, decidió que quería tener contacto con otra cultura para servir como lo hizo Jesucristo y continuar con su formación cristiana.

Así fue como, dos años más tarde, Berten llegó a Guatemala de la mano de la Congregación del Inmaculado Corazón de María (CICM) para realizar una pasantía pastoral en donde realizaría estudios teológicos y después sería ordenado como sacerdote.

Berten fue designado en la parroquia de Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, donde continuó su formación, pero al estar tan cerca de la comunidad comprendió que la represión militar y los abusos de las empresas dedicadas al cultivo y procesamiento de caña de azúcar era algo que debía cambiar, según consignó Trinidad en su tesis.

El sacerdote entendió que su vocación cristiana le exigía involucrarse y ayudar a la población, por lo que inició su trabajo en la formación de las bases eclesiales, pero cada vez más se fue inmiscuyendo en las acciones de resistencia; fue entonces cuando decidió trabajar junto con el CUC, donde se encargaba de formación y entrenamiento militar del equipo.

Con el correr del tiempo decidió también unirse al Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), lo cual informó a la CICM en septiembre de 1980.

Berten sabía que el gobierno tenía intenciones de matarlo, pero decidió permanecer fiel a sus convicciones cristianas y ayuda a los más desfavorecidos, por lo que el 19 de enero de 1982 viajó a la ciudad de Guatemala para tener una reunión con miembros del EGP.

Al salir de la reunión, mientras caminaba junto a un grupo de integrantes del EGP sobre la Calzada San Juan, Berten vio dos vehículos con los vidrios polarizados y decidió separarse del grupo, pero inmediatamente varios hombres armados y con pasamontañas descendieron de los autos y secuestraron al sacerdote y a varios de sus acompañantes.

Esa fue la última vez que se supo de Berten; dos días después, la embajada de Bélgica fue informada –-de forma anónima–- sobre la desaparición del sacerdote, por lo que la CICM envió a dos sacerdotes del país europeo para avisar a la familia y evitar que los padres de Sergio Berten se enteraran por los medios de comunicación.

Desde esa fecha, Roger y Agnes, los padres del sacerdote intentaron por todos los medios posibles intentar localizar a Berten; llamaban constantemente al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde siempre les prometían hacer lo posible para localizar a su hijo, pero nunca se cumplió.

Los padres de Berten incluso viajaron a Guatemala en tres ocasiones para intentar localizar a su hijo; querían por lo menos localizar la tumba, pero no fue posible.

Sobreviviente

El sacerdote Paul (Pablo) Schildermans llegó a Guatemala en 1974 como representante de la Congregación del Inmaculado Corazón de María (CICM) y posteriormente fue nombrado párroco de Santa Lucía Cotzumalguapa. Schildermans se dedicó principalmente a sus labores eclesiales, pero tuvo cierta relación con el CUC.

Además, el padre Schildermans trabajó junto a Serge Berten en la parroquia de Santa Lucía Cotzumalguapa en la formación de las Comunidades Eclesiales de Base.

Pese a que el sacerdote desarrolló sus actividades eclesiales de forma normal, el 17 de octubre de 1981 sufrió la primera de una serie de amenazas que meses después lo llevarían a padecer un calvario psicológico y físico.

Ese 17 de octubre, Schildermans estaba afuera de la parroquia cuando un grupo de cinco policías militares interrogaron a su sacristán y al guardia sobre los sacerdotes que llegaban a la iglesia y las actividades que realizaban. A pesar de que el obispo de Escuintla se acercó a la policía militar para exigir explicaciones, las autoridades negaron su participación.

Además, en el libro “Sergio Berten, un compromiso sellado con su vida”, Schildermans comentó que el ESA tenía en su lista de víctimas a todo el equipo eclesial de Santa Lucía Cotzumalguapa, y prueba de ello era que el director de la Policía Militar Ambulante, el coronel Víctor Manuel Francisco Abadía, había dicho: «Este cura que anda con ustedes es un político. Yo personalmente le voy a levantar la tapa de sus sesos con unos balazos».

Otro de los actos intimidatorios en contra de los sacerdotes fue la realización de un grafiti en las paredes de la casa parroquial en la que escribieron “Curas extranjeros, comunistas”.

Casi dos meses después, el 3 de diciembre de 1981, la Policía Nacional (cuya comisaría estaba a menos de 100 metros de la parroquia) irrumpió en la casa parroquial para cuestionarlo sobre por qué apagaba las luces al llegar a su casa.

En esa ocasión, Schildermans cuenta –a través de un escrito de 1982–, que interpretó que la policía quería sorprenderlo y ver quiénes más estaban en su casa e identificar las entradas hacia la residencia.

Toda esa situación tenía al padre Schildermans en un estado de alerta permanente que le provocaba una vida llena de agobio y nerviosismo. De hecho, el sacerdote cuenta en la carta publicada en el libro de Berten que le costaba conciliar el sueño, pero cuando por fin dormía cada ruido lo despertaba y sentía que era un eterno condenado a muerte.

Los temores de Schildermans se hicieron realidad el 4 de enero de 1982 cuando un grupo de hombres armados ingresó por la parte trasera de la parroquia de Nueva Concepción, Escuintla y lo secuestraron junto con el sacerdote guatemalteco Roberto Paredes Calderón. Durante el secuestro de los sacerdotes, el sacristán de la iglesia fue asesinado.

Los sacerdotes fueron fuertemente golpeados y llevados a una cárcel clandestina en Mazatenango en donde los interrogaron, mientras eran amenazados y sometidos a tratos inhumanos. Después de tres días de haber sido secuestrado Schildermans y el otro sacerdote fueron liberados y entregados a monseñor Oriano Quilici.

Según Trinidad, en un comunicado publicado por la prensa guatemalteca en enero de 1982, se anunció que Schildermans fue liberado por los esfuerzos del nuncio apostólico de Guatemala y el entonces embajador belga Theo Lansloot.

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